La lapicera avanza, pero pienso un dibujo:

dos personas que se miran,

una en una fila para que le firmen un libro, que mira con desprecio,

otra en una fila para que le firmen un CD, que mira con sorpresa.

Ya no hay cidis…

¿Alguien hace fila para conocer a una estrella de moda? ¿o eso ya pasó de moda?

Los de los libros siempre atrasamos. 

Nos creemos más avanzados.

No queremos creer que creemos.

No queremos ni tener tripas, un cerebro jugoso y autónomo, ni proceso mentales subconscientes (¿In?).

Como sea. No queremos impulsos eléctricos, ni nada externo. El cuerpo externo y el interno. 

El enemigo de afuera, divida en grupos, mapa político del yo.

El yo capital, el yo interior, el yo villa miseria donde no paseo a las visitas.

La lapicera me persigue, abandono el plural y prosigo en yo. 

Mi folleto no coincide conmigo.

Mi cerebro se da a la fuga entre sensaciones, dispara recuerdos vergonzosos, 

yo sentado solo y rodeado de conocidos,

como en medio de una hoja en blanco,

pensando en un dibujo,

un hombre en una isla pequeña y un pez en una pecera