Las formas de conocer

Siglo veintiuno, quién lo diría, llegamos. Es increíble todo lo que se puede ver desde acá: miles de personas con sus teléfonos junto a otras con más teléfonos. Todos por igual, poseen la posibilidad de creación y artefactos de conocimiento más completos que, creo, puedan haber existido jamás: podemos encontrar cosas, realizar proyectos, intercambiar con otros; todo en cuestión de segundos, en un mismo dispositivo, en una misma tarde y hasta incluso con una misma persona.

Creo no ser la única persona que a raíz de un video en YouTube, no sólo adquirió la información de interés, sino que también descubrió a más personas, a más autores, nuevos libros y frases, nuevos idiomas, nuevos intereses. Y todo porque de ese video pasé a otros, que me llevaron a buscar más cosas en Internet, que a su vez me condujeron a Pinterest y así, hasta llegar a la librería, para comprarme aquel libro de un autor que pasaría a ser mi favorito. Todo eso pasó en un lapso de un día.

En resumen, mis formas de adquirir el conocimiento de, en este caso un autor, eran tan vastas y estaban tan perfectamente hechas para poder llegar a conocer, que parecía un camino meticulosamente construido para llegar a esa finalidad. Pero ahora bien, encontrar me tomó al menos una hora (porque el video era largo y Pinterest es un vicio) pero también porque soy yo, porque yo estaba interesado en entender y ampliar mi conocimiento, en buscar. Y esto no le pasa a todos y mucho menos en este último tiempo. La motivación es, en cierta medida, la herramienta más necesaria para construir conocimiento, y hoy es la que menos se tiene.

Buscar VS. Encontrar

Como expliqué anteriormente, encontrar me fue una tarea muy fácil, pasé de app en app en cuestión de minutos, algo que no hubiese logrado nunca preguntándole a allegados o consultando una enciclopedia, por ejemplo.

Es por esto que el problema acá no es encontrar, sino más bien, buscar. Tener la motivación de sentarse y ver un video de una hora, al cual le debo atribuir gran parte de mi atención, para que genere en mi algún tipo de interés; no es un mero acto azaroso ni mucho menos algo que cae del cielo. Tiene que ver en cómo mi alrededor, que no sólo me provee los elementos, me incentiva y se desarrolla junto a mi proceso de saber. Además, de como yo, sujeto cuya intención es conocer, puedo desenvolverme ante tanta información, rodeado además, de otros sujetos iguales a mí. Por lo que todo depende y se ve afectado en cómo, por ejemplo, los distintos ambientes académicos reflejen en mí, cierto carácter de interés, la intención de buscar y por último el deseo de encontrar (el cual puede ser o no, mi última finalidad).

Encontrar, todo el mundo lo puede, pero abocarse a buscar, es una cuestión completamente diferente. Hoy, los distractores son los mismos que nos ayudan a buscar. Estamos, literalmente, cara a cara con el enemigo, las veinticuatro horas del día. Y esto sumado a la enorme pérdida motivación existencial, que nos rodea en estos últimos años a todas las edades.

¿Tenemos todos, una o varias personas que nos incentiven a buscar. O sólo que nos hagan ver, como último y verdadero sentido de las cosas, el encontrar? Hoy, pienso, está mas presente esto último.

El Internet

¿Qué pasaría si el botón de “buscar” en Google fuese más bien “encontrar”? Creo, sería muchísimo más acertado, ya que no debemos buscar, sino que encontramos todo cuando presionamos “enter”: lo único que hay que hacer es seleccionar la información. El trabajo ya fue hecho, otras personas ya han investigado por nosotros, y nos han facilitado la información mediante blogs y posts en redes sociales. Pero entonces, ¿qué nos queda si no es buscar, si la motivación cada vez es menos, si el enemigo nos está mirando constantemente y sus secuaces distractores (notificaciones y recomendaciones) están expectantes para atacar?

Es claro que el Internet es una ventaja, pero no podemos dejar que nos abstraiga de todo poder interpretativo y conocedor. Si ya se nos ha facilitado la tarea de encontrar, entonces lo que nos queda es saber diferenciar con qué información queremos quedarnos y qué hacer con ella. Y sobre todo esto último, no podemos parar de buscar ¿qué haríamos de nosotros, sino es estar todo el tiempo descubriendo e interpretando lo que vemos, lo que nos muestra de la realidad, lo que nos muestran los Otros? Es acá donde entra el famoso ‘‘espíritu crítico’’, del cual debemos adueñarnos para buscar nuevas formas de alcanzar el conocimiento. Y sobre todo, de poder ser capaces de atravesar, aunque sea una vez en nuestras vidas, la odisea de la búsqueda del conocimiento y por último encontrarlo.

Conocer

¿Se conoce en la medida que se busca, o sólo en la que se llega a encontrar? El proceso de búsqueda nos remite a encontrarnos con diferentes tipos de información, nuevos autores, nuevas palabras, nuevas formas, ¿no será entonces que mientras buscamos, conocemos? Esta es una postura que puede parecer obvia, pero al momento de encontrar por fin aquello que buscábamos, reducimos y omitimos el conocimiento previamente adquirido, a causa de ese último PDF, película, persona, libro o video, que fue durante toda nuestra búsqueda, la gran finalidad: encontrar esto o aquello para finalizar esta o aquella tarea.

Si sólo pudiésemos dar la misma importancia a la información previa, que a el encuentro final de la búsqueda, tendríamos no solo más material, sino también más motivación. De otra forma, la información adquirida sería una sola: una cita, una página web, una sola posibilidad de interpretación y de realización, una gran finitud. El conocimiento no debería ser el último click, sino también todo lo previo.

Artículo publicado originalmente en Medium: https://ilusionespub.com/buscar-es-más-difícil-que-encontrar-la-odisea-del-conocimiento-en-el-siglo-xxi-bf964f7b85a1