¿Dónde voy a encontrar un amor para despertar en invierno cuando las mañanas sean extrañas, de lluvia congelada de misterios sin resolver en los confines de nuestro universo, de trabajos no realizados, de quedarse a descansar entre los libros de poemas que tienen voz propia?
¿Quién se va a quedar a escribirme cartas con dedicatoria o leerme cuentos cortos que nos inclinen a hablar de la vida de Silvia Plath?
Olvidé la forma de mis ojos porque te los dejé cuando me dormí en tu sillón a escondidas de la ciudad, olvidé las mil miradas que te regalé porque te las llevaste cuando salimos a navegar cerca de la oscuridad.
¿A quién le escribo, a qué? ¿Serías capaz de leerme?
Conocí tus silencios cuando estuviste en mi mundo –tus silencios- si es que acaso existen porque con el movimiento de tus manos inventaste un nuevo lenguaje.
No te vi llegar pero sí partir en un barco de papel, fue como despedirme de la noche con una taza de café rota quemando mis manos pero, principalmente, incendiando mi pequeño corazón de viajera. No me avisaste que te ibas a acercar con una invitación a beber en un bar de humo blanco ni tampoco que te ibas a alejar sin antes avisarle a mi dolor. Ya no te amo ni tampoco te quiero en mi casa; te escribo porque es lo que hacemos las personas que sentimos devoción por las palabras.
No te nombro porque no hay lugar para vos en mis días.
No te amo porque todo ha cambiado.
¿Alguna vez sentiste la distancia? Pregúntale a la luna que sabe de heridas.
Soy fiel a mi alma
Soy palabras
Soy montañas
Soy mejor sin vos
Soy la niña que se despide del mar.
¿Realmente existo?