Giro tan rápido que pulso

mil destellos en melodía

de onda radiactiva,

este rojo en vos.

 

Tus estaciones me agotan,

hemisferios de tiempo hueco,

lo que tarda mi vuelta

a tu polo helado.

 

Navegamos en resonancia,

el movimiento armónico.

Nos acerca un cielo, 

nos separa la tierra.

 

Nos empuja a lo estable, 

calma los agujeros negros,

esquivamos encuentros

y mantenemos el curso.

  

Con guía resulta muy fácil

aunque a veces me pregunto,

como la nube tapa

mas aunamos un rumbo.

 

Si las predicciones nos fallan,

¿qué pasaría esta vez,

si chocáramos ciegos,

si nos conociésemos?

  

¿Arderíamos, nuestros núcleos 

fundidos en bella estela,

de esas que iluminan

con fuerza los planetas?

  

¿En la luz de nuestra entrega

la vida nacería nueva,

millones de universos

eternos en su gloria?

  

¿Apagaría el compás 

nuestro sueño vuelto deriva,

para vagar cosidos

en una roca tibia?

  

Capaz, mal ahí, colapsamos

en tamaña explosión fiera

que destruya lo vivo

y hiera lo conocido. 

 

O solo nos aplastaremos,

con nuestras caras confundidas,

las montañas marcadas

en los valles borrosos.

 

Fisuraremos nuestros centros

hasta que toquen superficie,

formaremos planetas 

de la mezcla que fuimos. 

  

O, mal ahí, muchos fragmentos

que se separen en la lluvia,

su destino quemarse 

en un cielo ajeno.

 

Otra vez nos alcanzaremos, 

el cruce no está predicho,

pero tu gravedad

siento en mis entrañas.

  

Esta vez me acelerás, 

yo te aparto con tensión,

sufrimos la presencia

que formamos nosotros.

  

Esto dura hasta lanzarnos 

la catapulta al vacío

que hacen nuestros egos

a gran velocidad.

 

Otra vuelta será entonces,

el baile por nuestra galaxia,

un espacio ruidoso

que nos pierde sin más.