En los huecos donde antes

estaban tus ojos

ahora no hay nada.

  

Los angulosos músculos

de tu lengua

y de tu útero

volvieron a la tierra.

  

Rotas a besos

se muelen

tus clavículas.

  

Los restos de tus manos

están torpemente apilados

como colillas.

  

Tus costillas

muerden el suelo

como afilados dientes.

  

No queda nada

de todos los almuerzos

ni de todas las cenas

ni de tus viseras.

  

Como una raíz enferma

se tuerce tu columna

por el peso del tiempo.

  

Tus fémures astillados

hace mucho olvidaron

como bailar.

  

Las comisuras de tu boca

se extienden hasta tu temporal

en una sonrisa monstruosa.

  

Te desenterré tantas veces

que ya ni tu cráneo

se te parece.

  

Ni mis manos

son las mismas

de tanto excavar.