Los glúteos

son un corte difícil.

Capas

sobre capas

de membranas musculares

e innecesarios nervios.

La cara de uno,

tan adecuada

a descansar entre ellos,

tras la mordida

encontrará, además

de la reverberación de los gritos,

una desagradable

fibrosidad.

Por esa inconveniencia

siempre recomiendo

empezar por la lengua.

Los glúteos deben relegarse

a la mordida de la sartén:

a ser bañados con ajo y manteca

y algunas ramitas de romero

atadas con cordel.

  

   

[Poema traducido de «Speaking in Tongues» (2023), de Gabrielle Novalis]