Resiliente

Creí en tu historia, en tus ojos de cielo, en tus palabras cargadas de dulce fantasía, en la fuerza de tus brazos rodeando mi cintura. Me hablaste de la belleza que encerraba el fulgor de las estrellas y olvidaste por completo la luz de la luna.

Creí que realmente era algo para tí, que quizás podría ser el tema principal de tus pensamientos. Como un pequeño gato que ronronea mientras aguarda paciente su gran tazón de leche fresca, que luego saborea, disfruta y se relame; yo esperé a tu lado a que me vieras y sonrías. Siempre he estado ahí esperando por tí. Grande fue mi decepción cuando mi imagen se volvió difusa. Apenas visible. Hasta que desapareció y ni siquiera lo notaste. Entonces la pena comenzó a acecharme y se volvió una sombra oscura y cruel persiguiéndome hasta apoderarse de mí. 

Creí en palabras vanas, en halagos sin sentido, en falsas sonrisas y me perdí. Me perdí en sueños mentirosos, en los sinsabores de una supuesta vida mediocre. Quedé atrapada e infeliz. Me hiciste creer que debía escapar para encontrar el verdadero amor porque yo valía más que eso. 

Luego me vi envuelta en una espesa niebla de incertidumbre, miedo y decepción. Traté de oír tu voz. Busqué tu mano a tientas para que me rescataras pero fue en vano. Te habías ido en busca de tus sueños de tierra nueva, dejándome atrás. 

Como a un hermoso ramo de camelias en un florero posado frente a la ventana, me admiraste y halagaste cada día. Hasta que se volvió aburrido y entonces me olvidaste. Poco a poco comencé a marchitarme hasta secarme y así el amor que había sentido también se perdió.

Finalmente encontré la luz entre mis manos. Me levanté de mi letargo y yo misma me rescaté de la niebla. Vi por fin la luz del sol y sentí el renacer de mi corazón. 

Arrojaste al olvido el ramo de camelias marchito y seco. Pero las semillas se mezclaron con la tierra y echaron raíces. La lluvia las regó y poco a poco se convirtió en una hermosa planta llena de flores; solo que más hermosa, más fuerte y más vibrante. 

Llegará el día en que voltearás a verme y notarás que ya no soy la misma. Querrás volver a saber de mí, pero será tu propia pena la que te persiga como una sombra. No encontrarás consuelo en tu soledad y soñarás con tenerme de vuelta. Será entonces, en mi resiliencia, que habré sanado mis heridas y conquistado mis miedos, porque aprendí que no te necesito para ser feliz. 

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