Estoy melancólica. O quizás sea tristeza. Mientras lo averiguo, escucho cómo Andrés Calamaro canta que en algún lugar me espera. Observo el mate humeante en la mesa, los pies en la silla frente a mí. Y pienso.
¿Por qué será que cuando uno vibra bajo es cuando presta atención a las letras de las canciones? Las heridas duelen. Más aún cuando es alguien más quien las abre por vos. Cuando sus inseguridades pasan a ser tuyas y entonces empezas a sangrar.
Duele cuando te son indiferentes. Cuando quieren pisarte para no verte florecer y lo hacen una y otra vez. Duele cuando entregas tu vida a una persona que no lo merece. Y cuando decidís rehacerla, llega un soplo de aire fresco y sentís que todo es posible. Que sos importante. Dejas todo otra vez por esa persona y volves a ser la última en tu lista de pendientes. Recaes.
Te encontras siendo parte de un mundo que no te pertenece y haciendo cosas que no te corresponden solo por ayudar al otro a crecer, a avanzar. Te quedas ahí alimentando su ego y resulta que –de la noche a la mañana- otras más están sobrevolando la zona. Que ya no sos la única. Aparecen esas inseguridades que no sabés por qué están ahí. Dejas de verte al espejo porque duele. Ves a tu alrededor y las cosas no son como antes. La cabeza no deja de dar vueltas porque no entendes qué es lo que te pasa, necesitando encontrar la paz que alguna vez tenías. Se desencadena un sangrando masivo que no te deja respirar y que duele como nunca antes.
Descubrís que nada de lo que hagas o digas sirve de algo porque el otro está cómodo en su mundo de fantasía. Cree que lo mejor que puede hacer es llenarte de regalos porque sí, tratando de llenar ese vacío en tu pecho. Cuando lo único que querías era que realmente quisiera estar con vos. Que te dedique una hora para conectar cada tanto. Que se concentre en vos por un momento y deje de lado cualquier cosa que no lleve tu nombre escrito. Pero exigías demasiado.
Entonces, como en “El juego de la oca”, volves al casillero del inicio y empezas de nuevo. Tiras los dados y comenzas a avanzar paso a paso en esta nueva oportunidad de sanar. Manifestas que ya no querés pasar por eso de nuevo -ni con él ni con nadie más- y es cuando alguien de repente, como por arte de magia, te escribe ilusionándote de nuevo. Te pregunta qué pretendes y no sabes qué contestar. Pero dice que quiere invitarte a salir y tomar algo, ver que pasa. Accedes a esa especie de relación amorfa, esperando por días ese mensaje que no llega nunca porque, con la misma magia que llegó, se va. Sin siquiera un beso se despide y vos te quedas pensando ¿Ahora qué hice mal?
La inseguridad te saluda desde el espejo otra vez y vos dejas de mirarte porque sigue doliendo. Te pisaron, te rechazaron y lo volvieron a hacer. “Estoy malherido. Estuve sin saber qué hacer. En algún lugar te espero” Reza la canción, el llanto vuelve y el mate se enfría sobre la mesa.
Pero resulta que no es culpa de ellos. No. Es mía ¿Por qué? ¡Si yo no hice nada!. Una vez leí que debemos sanar para amar desde el amor y no desde las heridas. Volví a caer. En mi carrera por ser la elegida de alguien, ese alguien no me eligió. Simplemente porque yo no me elijo. Yo me estoy rechazando una y otra vez. Yo me clavé el puñal para hacerme sangrar. La pequeña que habita en mí pide a gritos que la escuche. Está herida, sola y necesita de mí.
Cuando duele tanto es momento de detenerse a pensar. No es el otro quién nos hiere, él solo refleja las heridas auto infligidas. Si el otro no me ve es porque yo no me veo. Si no me elige es porque yo no lo estoy haciendo. Mi amiga diría “amor propio ami” y ahí está el secreto de todo. Amarse a uno primero por sobre todas las cosas y personas; después llegará el indicado para tu mejor versión. Esa persona que también sanó y realmente te elige porque se eligió primero.
Mientras tanto, voy a ir arreglando el mate, a buscar una curita para poner donde estaba sangrando. Voy a secar mis lágrimas y diré que «en algún lugar te espero».
Escritora nacida en la primavera del 83′
Autora de «Margarita» publicado en 2021
Transitando el profesorado de Lengua y Literatura en el instituto Julio César Avanza de Bahía Blanca.
Escribir es la llave de mi libertad.