Te veo llegar con tus cabellos castaños, cortos o largos, tus pestañas rizada y tu atuendo de calidad, y solo puedo pensar «qué envidia».
No tenía que sentir esto, simplemente ver que tu vida ha sido mejor que la mía me pica, molestándome. Y es que tu ni siquiera tienes la culpa de haber tenido la fortuna y la suerte de haber experimentado una mejor vida que la mía propia.
Me pregunto, ¿alguna vez has sentido la desesperación de no saber qué será mañana? porque lo único que me garantiza que no tuve días malos fue el tener un plato de comida cada día, independientemente de la hora. Pero, el no saber si mañana tendré que dejarlo todo, botarlo, destruirlo, y comenzar a cumplir responsabilidades junto a exigencias mayores, me ha quitado el sueño varias noches.
Tus padres no te dicen todos los días que desean morir, ni tampoco te hacen sentir que tu existencia les ha arruinado. Incluso, si se me permite superponer, en tu casa jamás faltó una biblioteca y que tus padres te enseñarán a amar; amar el arte.
Envidia y celos ante tu vida normal, pero a la vez alivio y tranquilidad ante la normalidad que experimentaste. ¿a quién le gustaría vivir como lo hago yo? A nadie, salvo que uno u otro anhele la muerte, claramente.