Me cuesta amar así siendo quien soy, porque pienso que soy demasiado: a veces lo que doy es demasiado poco y otras demasiado mucho. Y así, por carencia o por exceso, siento como te escurrís de mi abrazo infinito, mientras que yo doy manotazos como si quisiera aferrarme a una figura de humo.
Vos eras real, tus gestos y tu carita no pueden haber sido sólo producto de mi imaginación. Sin embargo, las bolitas de tus ojos se apagaron, se te endureció la mirada y se metalizó tu voz. Tu presencia holográfica intenta disimular, con poco éxito, tu ausencia.
¿Te cambiaron o cambiaste? Vos decís que cambié yo.
Hago cosas. Acá escribo.