Al amanecer y al atardecer, como un reloj atado al sol, se escucha la bandada anunciando el cambio. ¿Es realmente un cambio si sucede a diario?
Los loros y el tren me marcan las horas aunque no se las pida. Van y vienen, haciendo y deshaciendo el mismo camino. ¿Avanzamos si al final del día estamos en el mismo lugar que al comienzo?
Hay que saber dejar ir al día para disfrutar la noche, y de la misma manera entender que la noche es finita pero reiterativa. ¿Se puede amar en la intermitencia?