Me atormenta saber que podría distinguir el eco de tu risa en cualquier parte y que a donde vaya siempre llevo un pedacito de vos.
Y que tenes una manera muy peculiar de escribir la «M», y que nunca me gustó mi nombre hasta que lo escuché desde tu boca.
Quizás tu mayor error fue enredarte con esta memoria tan constante. Que todo lo retiene, en cada instante.