Hay un demonio que rodea la vida y se multiplica habitando diferentes formas. Decimos «demonio» porque es la imagen asociada, en nuestra sociedad occidental, al mal. Pero, tranquilamente podría tener el rostro de quién más incomode al/a el lector/a. Para ello es preciso tener en claro el sistema de creencias que cada quien maneja, ya que este es el encargado de dividir la versión particular entre lo entendido como «mal» o «bien». Digamos que ese sistema de creencias, en cierto modo, nos orienta en nuestra conducta diaria.
Ese «el demonio» podría ser desde el capitalismo hasta una persona con poca responsabilidad afectiva, una materia de la carrera o un asesino serial, el verdulero que te respondió mal o el crecimiento en el índice de pobreza (etcétera).
Poppy pregunta al principio de la canción BLOODMONEY:
What do you believe when everyone is watching?
What do you believe?
Traducción:
¿Qué crees cuando todo el mundo está mirando?
¿Qué crees?
Luego, al final de la canción hace otro cuestionamiento:
What do you believe when no one is around?
¿Qué crees cuando no hay nadie cerca?
Qué fundamental saber lo que creemos en público y en privado. Es decir ¿nuestro sistema de creencias es «transparente»? ¿Hay coherencia entre lo que creemos en lo privado y en lo público? Ese demonio ¿es parte de nuestro sistema de creencias?
Tal vez aceptar la existencia de este personaje malvado en la vida no debería tener nada de extraño. Pero ¿aceptarlo es lo mismo que amarlo? Pensar en el amor al demonio es tan aterrador como imaginar el amarlo en secreto, en lo privado. Partamos por el hecho de que existe, eso es inevitable. Podemos estar en desacuerdo con él e imaginar un mundo ideal donde su presencia no tenga ninguna influencia en la vida diaria y, sin embargo, no va a dejar de existir. Por lo que esta alternativa goza de un idealismo irrealizable. Puede ser un camino, aunque negador y sin efecto en el mundo real.
Ahora bien, imaginemos que alguien está enamorado de él, pero teme que ese amor prohibido sea conocido por el ámbito público. Entonces le escribe algunos versos furtivos:
«Del caos venís y al caos te dirigís
En toda tu oscuridad siembro mis flores
que crecen como máscaras-sonrisas
Amo todo tu horror
y acá van mis ofrendas:
el corazón (no literal) de alguien que no me importa
la sangre (no literal) de alguien vivo a quien se la arrebaté sin su permiso
mi cuerpo que, en secreto, consume tu contenido y es tu herramienta».
Quien lo ama explícitamente por lo menos es honesto. Quien lo ama implícitamente multiplica el horror. Quien lo acepta no se deja manipular por él.
Establecer la diferencia entre el amar y aceptar, por si aún no quedó muy claro, es de gran importancia, porque de estas instancias depende el sistema de creencias y, por lo tanto, del obrar de cada quien. Amar es tenerle cariño. Aceptarlo es tener en cuenta que inevitablemente se mete en nuestros asuntos, pero que tenemos que inventar caminos para tenderle trampas y usar todo su contenido para hacer algo más. No consumirlo, usarlo. Consumir es que ingrese a nuestro sistema interno y comience a fluir por nuestras venas. Usarlo da más alternativas e, incluso, nos coloca en un lugar más activo que implica nuestra creatividad ¿Qué tal si hacemos una escultura con su contenido? Esa escultura tendría la silueta de una de sus formas en esta vida, para advertir a otrxs seres humanxs de una posible encarnación en la que se oculta y hace sus artilugios. Sería como exponerlo y atacarle justo en el lugar donde más fuerte se hace: el secreto. Porque quizás no estamos, a veces, preparadxs para enfrentarlo de a unx.
¿Se entiende?
En resumen, el demonio (o como quieran llamarle) habita de tantas cosas y seres, por eso es imposible la idea de que nos sea ajeno. Todxs lo conocimos en alguna instancia. Ahora, ¿el/la lector/a quiere alimentarlo o usarlo? ¿Es amado y lo consumimos mientras nos utiliza como un medio más para encarnarse? O ¿Es aceptado para usar eso en su contra? Podemos estar en completo desacuerdo con él, pero esto no implica que haya que ocultarlo. En este punto, es importante volver a recalcar que el demonio es todo lo que «está mal» y, como en esta vida hay muchas cosas que están muy mal, ya no resulta tan eficaz usar el silencio como herramienta que le quite poder. Por más que mencionarlo con el fin de evidenciar su maldad sea incómodo, puede que sea de las cosas más necesarias que debamos hacer.
La canción de Poppy, por si quieren escucharla:
Tengo 26. Soy de Bahía Blanca. Estudio Letras en la UNS.
Escribí un libro de cuentos y poemas «Contrastes, un poemario «Poemas Siniestros para un suspiro» (subido a Trafkintu) y «En el vacío también transcurren las horas» (también de poemas). Podés seguirme en insta @dama.rixx