Soy yo escribiendo
Voy a escribir desde mi más absoluta subjetividad. No pretendo llegar a una verdad o certeza sobre el tema, sino simplemente reflexionar sobre él, aunque ello no quita que estos pensamientos volcados en esta hoja virtual sean de los más profundos y sinceros.
Tipos de soledades
No comencé a percibir la soledad como tal hasta que me emancipé. Bueno, antes de continuar debería hacer la salvedad de que existen dos tipos de soledades: la deseada y la no deseada. La primera es ese momento particular que tenemos con nuestro ser. Ese tiempo que dedicamos a nuestro cuidado, disfrute e intimidad. La segunda es la que nos viene acompañada de un conjunto de sensaciones tales como la angustia, la nostalgia, el vacío. Me interesa hacer énfasis en la segunda por el momento.
La soledad no deseada es la que se experimenta con la exasperación de la falta: algo no es con nosotros/as, algo no está a nuestro lado. Entonces, llega el séquito de las tristezas acompañadas de sus amigas nombradas en el párrafo anterior. Me ha pasado en la diversa circulación de discursos sentir como un grito «TENES QUE APRENDER A ESTAR SOLA» y debo admitir que me ha dejado con sordera interna, a tal punto de no poder escuchar el resto de mis emociones. Lo que sucede es que cuando algo se vuelve una exigencia se transforma en un grito. Resulta triste que la soledad se vuelva una ley. No quiere decir que tengamos una dependencia a estar siempre con una persona, sino que hay instancias donde estar solos/as puede no ser tan grato y eso no está mal. Somos seres sociales y necesitamos de más gente.
Sobre respuestas a la soledad no deseada
Ahora bien, conocí la soledad no deseada cocinando la cena, cambiándome para ir a dormir, acostándome en la cama por las noches y en ese preciso momento entendí a las personas que tienen mascotas, a quienes forman familias, a las parejas que se van a vivir juntas y, un poco, cierta clase de alcohólicos. Lo que tienen en común todos ellos es que están acompañandos de alguien o algo. También comprendí a poetas dolientes que existen bajo el peso de esta clase de soledad. Es que ella resulta la más poética, la que precisa ser llenada por algo, algo que le dé un sentido, un por qué o un para qué (aunque estas preguntas no tengan respuestas). Es así como llega la poesía a tratar de inundar el agujero negro sin éxito, o por lo menos con una victoria levemente significativa. La poesía permite decir «estoy algo acompañado/a» y libera del grito ensordecedor que llega de los discursos plásticos y positivistas tóxicos.
Aclaraciones
Quizás, debería aclarar, para terminar, por qué o cómo comprendí a las personas que tienen mascotas, a quienes forman familias, a las parejas que se van a vivir juntas y, un poco, cierta clase de alcohólicos… Es que una mascota es un ser vivo que se expresa y genera intercambio. Por otro lado, todas las formas de familia que existen, al igual que las parejas que se juntan, tienen la cualidad de tener una convivencia estrecha, lo que deja espacio solo para la soledad deseada. Finalmente, quiénes se alcohólizan por soledad no deseada, adormecen la sensación con esta sustancia, convirtiéndola en un pasadizo o escape momentáneo hasta lograr transitarla victoriosamente. Cabe destacar que en todos los ejemplos acá dispuestos no tuve ninguna intención de algún juicio de valor, solo intenté exponer lo que he descifrado de mi propia vivencia.
Palabras finales
Sin más que decir, es mi deseo que logremos encontrar (yo sigo en la búsqueda también), el modo no gritado de lidiar con la soledad. Asimismo, entender que sentirla de ambos modos no está mal, sino que simplemente es así y es de este modo porque somos seres humanos y, por ello, nos resulta intrínseco a nuestra esencia.