Cuando Pitágoras bajó a los infiernos vio las almas de Homero y Hesíodo colgando de un árbol y de una columna de bronce, rechinando los dientes en castigo por las falsedades que habían dicho y escrito sobre los dioses. Claro que Pitágoras había visto también a sus discípulos sentados a la mesa de los dioses siendo tratados con una consideración muy por encima de la del resto. Así que sospechado de tendencioso no vamos a creerle más a Pitágoras que a Homero y a Hesíodo.
Homero es tenido por autor de los poemas épicos: La Ilíada y La Odisea. Poemas que huelga decir tienen una importancia fundamental en nuestra cultura. Generalmente se acepta que vivió en el siglo VIII AdC. Durante la transición entre la extinguida cultura micénica y la ola de vigor de las nuevas ciudades griegas. No obstante hay quienes llevan la existencia de Homero hasta el siglo XIII AdC. Lo cual acrecienta la incertidumbre acerca de su real existencia. Se discute también sobre Homero el lugar de nacimiento, y también si su nombre indica que era ciego. Todo es posible ya que ningún documento prueba nada definitivamente. Y esto es regla general para todo lo que ocurrió antes del año 700 AdC.
En la Ilíada relata las aventuras vividas por las tropas Aqueas, al mando de Agamenón, Rey de Micenas. En la Odisea cuenta las peripecias que debió sortear Odiseo para volver a su casa tras la Guerra de Troya para reencontrarse con su mujer Penélope.
Homero deambulaba por los pueblos griegos de aquel remoto tiempo recitando esos dos poemas ante el pueblo, y sobre todo en las casas de la aristocracia. En las fiestas que se daban en su honor, en las mansiones de los nobles griegos, solía llevar el relato de modo que cada quien tenía un antepasado divino o al menos heroico que habría luchado en las celebres batallas que enfrentara el pueblo Aqueo, de las cuales las de Troya, libradas alrededor del 1400 AdC. era la más famosa.
Era propio de la Grecia Antigua el trasmitir su cultura a través de los poemas. Siempre ligados a leyendas donde se mezclaban la historia de los hombres mezcladas con deidades mitológicas. Estos relatos se inscribían en un periodo antiguo que llamaron Edad De Oro que abarcaba un espacio de tiempo entre los años 1800 a 1200 AdC. Por lo tanto no se trataban solo de bellos poemas, sino de la propia cultura, historia y tradición trasmitida de generación en generación.
Si Homero vivió en el siglo VIII AdC, estaba tan distante de la Guerra de Troya como nosotros lo estamos de las Cruzadas. Sin embargo a pesar de la mezcla de historia y mitología, y la inexistencia de documentos o escritos, los hallazgos arqueológicos han confirmado el carácter histórico de los sucesos principales que se relatan.
En la Iliada, y la Odisea, hay descripciones muy exactas de la ubicación de Ciudades, como la de Troya, y de Islas allí mencionadas. En el siglo III AdC, cuando ya la escritura y la recopilación de datos estaba en su despegue, aun se tenía a Homero como el historiador más confiable a pesar de que no existe ningún Libro escrito por él, sino cientos de relatos de los que se le atribuyen autoría, recopilados 200 años después por Pisístrato, gobernante Griego del siglo VI.
La Ilíada
La Ilíada cuenta la gloria de los Aqueos, pueblo conquistador de la primitiva Grecia. Habla de una guerra: la de Troya, llevada a cabo por cuestiones amorosas a causa de la infidelidad de Helena, esposa de Menelao, el Rey de Esparta. Esta, tras ser seducida por Paris, príncipe de Troya, fue posteriormente raptada por el libertino desencadenando la ira de varias ciudades que se denominaron sí mismas “La Liga Aquea”. El conflicto bélico por causa de un escándalo amoroso da la idea de la importancia que la Mujer tenía en esa sociedad, y también la del amor como fuente inspiradora de sentimientos patrióticos. Otra enseñanza que algunos escritores han sacado de la historia de la Guerra de Troya es la medida en que los griegos consideraban importante la hospitalidad y la condena que el abuso de la misma merecía.
Los aqueos sitiaron Troya hasta destruirla y los sucesos acaecidos durante 51 días al final de aquella guerra, que comienza con una agria disputa entre Aquiles y Agamenón, también por una cuestión de polleras, es el segmento histórico que Homero relata en la Ilíada.
El romance que da origen a la guerra transcurre en un mitológico tiempo en que dominaban la tierra lo hombres de la cuarta estirpe, compuesta por héroes y semidioses, donde sobresalían guerreros de la talla de Aquiles, Héctor, Odiseo, Patroclo, Eneas, Diomedes, Polidamas, los dos Ajax, entre muchos. Los cuáles eran los primeros que tenían entre sus atributos la “voz articulada”.
La Oralidad era entonces tenida por un don divino, y ni les cuento lo que significaba La Memoria. Al leer a Homero nos damos cuenta de lo difícil que debió ser cargarse toda esa historia en la cabeza para recitarla aquí y allá, cada tanto. Cierto es, que hay una técnica, que pasa por iniciar los relatos con frases que se repiten a lo largo de todo el poema, como: “Zeus el que amontona las nubes”, “Aurora la de rosados dedos”, “Aquiles el de los pies ligeros”, “Sacrificando en perfectas hecatombes a cientos de cuernitorcidos bueyes” y otras más.
La Odisea
La Odisea es el relato de las penurias de Odiseo, al que conocemos mejor por su nombre latino: Ulises. Era un insidioso personaje que con valor combatió bajo las murallas troyanas. Odiseo como modelo, no sería aconsejable para instruir a las nuevas generaciones. Embustero, embrollón y descarado, solía vivir permanentemente urdiendo tramoyas, de las cuales, la del caballo de Troya fue su obra cúlmine. Sin embargo en la adoración que los griegos sentían por Odiseo, se hallaba el germen destructor de mitos y leyendas, ante la resistencia que sentían por el fatalismo que se desprende de la creencia en la inexorable intervención del Destino.
Para los eruditos en mitología, desde Graves, Spence y otros, la saga de Homero es un relato cuyo íntimo significado es la transformación cultural, ocurrida al final del Neolítico, que llevó al destronamiento de la sociedad matriarcal por el patriarcado. Estos tienen en Odiseo al primer héroe en llevarse una princesa a su palacio, lo cual era inédito ya que era el aspirante a Rey quien regularmente iba a vivir en la propiedad de la Reina y no al revés.
Los griegos se sentían a sí mismos títeres de los dioses, a quienes entretenía llevarlos a través de la existencia como si esta fuera un gran teatro en el cual los papeles estaban asignados; ya para el héroe, ya para el indigno. Es por ello que un hombre astuto como Odiseo, capaz de burlar al destino trazado por los dioses, se convertía en un verdadero ídolo capaz de corporizar el secreto anhelo de encontrar un protagonismo propio para sus vidas al margen de la voluntad divina.
En pocas palabras, la Odisea cuenta como Odiseo debió atravesar grandes dificultades para volver a su casa. Por haber ofendido a varios dioses, causado la pasión arrebatadora de la diosa hechicera Circe, y la Ninfa Calipso.
Efectivamente, se había comido los bueyes del dios Hiperión (el sol), y éste lo castigo con el desarraigo. Para complicar las cosas había dejado ciego al ciclope Polifemo, hijo de Poseidón, que gobernaba el mar. Llevó a cabo esta herejía embriagándolo mientras el ciclope hacia la digestión, después de almorzarse algunos compañeros suyos.
Si fiera fue la lucha por librarse de los brazos de la Ninfa, la mandíbula del Ciclope y la ira de Poseidón, aun le quedaba asomarse a los infiernos, enfrentarse a las sirenas, a la hidra Caribdis, naufragar en un país extraño, para finalmente, vestido de mendigo llegar a Ítaca, su patria, y matar a los 112 pretendientes de su esposa Penélope, que supo aguardarlo durante 20 años.
Vida de Homero
Contando estas dos grandes epopeyas, discurría Homero acrecentando sin duda su gran prestigio, constituyéndose en el primer gran poeta de la historia occidental. Narrar completo cualquiera de los dos poemas, debía llevarle unas 20 horas de incesante parloteo, aunque quizás lo hacía por etapas. Lo cierto es que el poeta vagó por aquel fantástico tiempo afirmando con ello una necesaria leyenda, que todo pueblo antiguo ha necesitado para cohesionarse socialmente a través de sus propias obras.
Los que han estudiado a Homero encuentran en el al fundador de la literatura griega, aunque también se dice que otros escribieron lo que el contaba, habida cuenta de era ciego.
Siete ciudades griegas se disputaron el honor de ser la cuna del poeta. Entre ellas la de Quíos parece ser la indicada, sobre todo porque de allí salió la leyenda de su ceguera y además había una cofradía de poetas llamados Homéridas que se decían descendientes de él.
También hay una teoría que lo hace nacer en Esmirna para posteriormente vivir en Quíos. Su nombre verdadero seria entonces Melesígenes, y Homero un apodo que según el Profesor Alarcón Benito, para algunos etimologistas quiere decir: ciego.
Se ha dicho también que no fue Homero el autor de la Odisea. Que bien pudo ser escrita por una mujer. Un escritor llamado Samuel Butler, supone que el personaje Nausicaa, la princesa feacia que rescata del naufragio a Odiseo, es un autorretrato de la autora, ya que solo una mujer podría hacer que Odiseo hable en los infiernos primero con las reinas antes que con los héroes con quienes compartió el campo de batalla. Que parece conocer muy bien la vida domestica del Palacio en cambio no exhibe los conocimientos de la navegación que si se notan en la Ilíada. Y por ultimo hace despedir a Odiseo de los feacios recomendándoles que sigan complaciendo a sus esposas e hijos.
De cualquier manera, haya sido o no un individuo, y haya escrito una o las dos obras, nadie puede dudar del fruto de la existencia de Homero para la civilización hasta nuestros días.
Otros libros atribuidos a Homero que han llegado a nuestros días y por suerte a mi biblioteca personal, son: “Himnos”, donde canta historias relativas a los dioses, y “Batracomiomaquía”, relato de una guerra entre las ranas y los ratones, a causa de la negligencia del príncipe de las ranas que trae aparejada la muerte del Rey ratón. Se desata una guerra de gran crueldad a la que tiene que poner fin Zeus enviando un ejército de cangrejos para separar a los aguerridos combatientes y evitar que se extingan.
Comentarista de literatura clásica, de la historia y de la historia de la Filosofía. Autor de «Manual de Ordenanzas de Obras Públicas» y de «El Humor de los Sabios».