La economía argentina atraviesa un momento crucial bajo el gobierno de Javier Milei. En el centro del debate económico actual se encuentra una cuestión clave: ¿es un peso fuerte, caro, apreciado, algo positivo o negativo? La respuesta, como suele suceder, depende de cómo se logra y qué se sacrifica en el proceso.
El peso fuerte: ¿Un sueño recurrente o un ciclo repetido?
En la historia económica argentina, la idea de un peso fuerte ha aparecido como una aspiración deseada pero con resultados contradictorios. Durante la convertibilidad de los años 90, el peso estuvo atado al dólar en una relación de uno a uno. Esta medida, inicialmente celebrada por ofrecer estabilidad cambiaria, atrajo inversiones especulativas y facilitó las privatizaciones. Sin embargo, no generó un flujo sostenido de capitales productivos y culminó en una crisis de endeudamiento que explotó en 2001.
El modelo kirchnerista entre 2003 y 2008 aprovechó un tipo de cambio competitivo respaldado por la acumulación inicial de reservas, un auge en los precios de las exportaciones primarias y una política de sustitución de importaciones, que no terminó de ser exitosa. Después de 2008, el escenario cambió considerablemente por la crisis financiera internacional. A pesar del huracán internacional, el gobierno logró evitar una devaluación hasta 2014 (del 23%, baja en relación a las que vinieron post Cristina). Esto se logró mediante un estricto control cambiario, retenciones a las exportaciones y medidas que protegieron el poder adquisitivo interno. Sin embargo, estas políticas enfrentaron críticas por su sustentabilidad en el tiempo, aunque viendo lo que pasó con los gobiernos posteriores quizás a algunos no les quede más que reconocer que se trató de un intento genuino de articular crecimiento económico con soberanía nacional.
El peso fuerte bajo Milei, por el contrario, depende de pilares frágiles: altas tasas de interés, un esquema de carry trade (bicicleta financiera) que atrae capital especulativo y una economía sin margen para endeudarse ni privatizar como en los años 90. Con reservas internacionales cayendo por debajo de los simbólicos 30.000 millones de dólares, la capacidad del Banco Central para sostener este esquema parece cada vez más limitada. Este modelo, sin herramientas estructurales, está expuesto a un colapso inminente.
La trampa del carry trade
El carry trade, conocida en la historia argentina como «bicicleta financiera» (ver artículo El carry trade de Milei: ¿Una tablita 2.0 rumbo al precipicio?), permite a los inversores aprovechar las altas tasas locales para obtener ganancias especulativas. Sin embargo, esta estrategia tiene implicancias graves:
- Fuga de capitales potencial: Cuando los inversores deciden retirar sus fondos (desarman sus posiciones en pesos), se genera una presión cambiaria inmediata que puede desestabilizar el mercado.
- Dependencia de reservas: Este esquema requiere una disponibilidad constante de dólares para sostener la apreciación del peso porque una devaluación destruye las ganancias de la bicicleta, lo que agota las reservas internacionales. La tendencia desde noviembre es que el gobierno argentino cada semana gasta más divisas en sostener los dólares a un precio que siga siendo redituables para los «carry traders».
- Factores externos: Una eventual subida de tasas por parte de la Reserva Federal (FED) podría hacer menos atractiva la rentabilidad en pesos, acelerando la fuga de capitales. Además, la calificadora Moody’s ya ha advertido sobre un posible default en 2025, lo que aumenta la presión sobre la deuda y la credibilidad ante el mercado financiero.
Y a esto, el gobierno desreguló las importaciones y no implementó restricciones al turismo emisivo. De hecho, el dólar barato incentiva a los argentinos a comprar y vacacionar en el exterior, aumentando la salida de divisas. Mientras tanto, la política del crawling peg se desaceleró al 1% mensual, sin un ajuste equivalente en las tasas de interés, lo que refuerza la fragilidad del esquema.
En este contexto, los rendimientos del carry trade también se están erosionando. Según Mariano Ricciardi de BDI Consultora, incluso en un escenario optimista, el rendimiento anual en dólares apenas alcanzaría el 9%, considerando una tasa nominal del 27% (que podría bajar) y una devaluación del peso en 2025 de apenas 18% en todo el año. Este rendimiento, aunque positivo, no compensa el riesgo inherente de permanecer en pesos en un contexto de alta incertidumbre.
El esquema actual parece destinado a colapsar sin intervenciones significativas. El 27 de marzo de 2025 podría ser la fecha en la que esta crisis se haga evidente. Veamos algunas medidas que tomó el gobierno para tratar de evitar el colapso.
Competencia de monedas: ¿Solución o acelerador del colapso?
El gobierno, en uno de sus manotazos de ahogado de las últimas semanas, habilitó pagos en dólares con tarjeta de débito, dentro de Argentina, hecha por argentinos o extranjeros. Esto que supuestamente inyectaría dólares al sistema bancario, plantea interrogantes específicos en el contexto actual:
- ¿Sirve para mantener el peso fuerte? La circulación dual podría aliviar temporalmente la demanda de pesos, pero también debilita su función como unidad de intercambio y reserva de valor. En lugar de fortalecer al peso, podría acelerar su desvalorización estructural.
- ¿Contribuye al colapso del carry trade? Al reducir la confianza en la moneda local y fomentar la dolarización informal, esta medida podría actuar como catalizador para el fin del esquema especulativo. El 27 de marzo, si el flujo de capitales especulativos se revierte, el peso fuerte podría convertirse en su mayor debilidad.
La desesperación por las divisas y la baja de retenciones
En las últimas horas, el gobierno anunció (al día de la publicación de este artículo no habían salido los detalles en el boletín oficial) una reducción temporal de las retenciones a las exportaciones agrícolas, medida que se ha percibido como apresurada y poco clara. Las retenciones a la soja, por ejemplo, pasarían del 33% al 26%, mientras que las de sus derivados bajarían al 24,5%. Si bien el sector agropecuario celebró la medida, también destacó que no resuelve problemas estructurales, como la necesidad de un tipo de cambio competitivo (o sea, digamos, lo contrario a un peso fuerte).
Esta estrategia refleja una desesperación por generar divisas rápidamente, dejando entrever que el esperado acuerdo con el FMI no llegará antes del 27M. La dependencia de estas medidas coyunturales pone en evidencia la fragilidad del modelo económico actual, que no tiene margen para maniobrar ante una crisis cambiaria inminente.
Cabe destacar que las expectativas de liquidación del gobierno vienen de los silobolsas que hay distribuidos por todo el país a la espera de mejores condiciones. Hoy el bajo precio internacional de la soja, las retenciones (que con anuncio y todo sólo bajarían un 20%) y dólar poco competitivo para el exportador no pone demasiadas fichas en la cosecha gruesa, que viene teniendo problemas climáticos y financieros que no auguran batir récords de nada positivo.
Lecciones del pasado y una pregunta para el futuro
La historia económica argentina demuestra que los esquemas basados en la especulación y no en bases productivas están condenados a fracasar. Con una cosecha gruesa aparentemente negativa y una impredecible reunión de Milei en China planeada para marzo, el panorama económico se torna crítico.
El 27 de marzo de 2025 sigue siendo una fecha clave. Para entonces, no habrá dudas de que el carry trade habrá colapsado. Las interrogantes no giran en torno a si sucederá, sino a cómo y con qué consecuencias.
Lo que me lleva a una pregunta final: ¿Y si todo esto no fuera un accidente? ¿Podría ser el colapso del carry trade parte de un plan premeditado del gobierno para destruir el peso y el Banco Central para cumplir su promesa de dolarizar?
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Publicista en Buenos Aires por dinero. Escritor, chef y peronista amateur.