El té hierve al lado del cuaderno. Me tiré de cabeza porque es nuevo, sagrado. O mejor virgen o afortunado hasta que apoyé la punta de la lapicera. Pobrecito. No pudo escapar de la caligrafía del pobre tipo que se mandó a escribir -no sabe cuando- líneas más pobres que él y su café, agua sucia, y lo que sea, eramos tan pobres. La cosa es ésta. Simple, cortita, al pie -si dedicación esto requiere. Tengo que ponerle el pan en la boca al mono que aplaude los platillos y desafina.
Si no lo perdí compañero mi semejante hipócrita, lector, vamos a la cosa. Fui a un evento -recomiendo- acá, en Villa Elisa. Fui a un Ciclo de eventos (carta documento papeles y amenazas se las hacen llegar a Juan mi secretario que se las tira por la cabeza a mi abogado mentira mentira). Como un buen chanta que junta seis palabras, las pegué con plasticola, hice un un párrafo escritor. Hablé del Punctum, los detalles, los materiales de los trabajos de mi amigo, y a cada rato volvía a las miradas de cada ilustración; flasheé Barthes y Crítico de budines, digo. Literario crítico. Perdón, “‘crítico’ ‘literario’”. Bueno. No sé qué esperaban leer.
Les dejo un texto de un cronista (y cineasta) franco-argentino. Ganó algunos concursos municipales. Publicó en Le Corbusier. Le gusta Messi. Se siente primero argentino (segundo Francia). También el pastel de papa, no te lo niega nunca. Punto a favor. Bueno. Ahí va.
Si quieren buscarlo, búsquenlo.
¿Qué esperaban? ¿Posta?
Jean-Luc Tarrou.