Vení, Soledad,

vení conmigo,

quedate conmigo y cubrime,

arrpoame con tu gélido manto.

No confío en nadie para tomar tu puesto:

mi único compromiso

ha de ser con tu helado abrazo

que se extiende para siempre.

Sin vos, Soledad, no soy nada:

todo lo grandioso es también solitario

y aunque se nutra de la compañía

no puede nacer acompañado.

Ay, Soledad, remedio y veneno;

me hiciste elegir la vida del artista,

valorar la diferencia,

ver las cosas con mil ojos

y ahora, Soledad, no puedo

no puedo existir en este mundo

como existen los demás;

ahora tus siete pieles

me impiden el contacto genuino

con el mundo externo.

Vení, Soledad, cubrime del todo;

ya no te quiero a medias,

ya elegí tu camino y no puedo salirme,

habré de abrazarte para dormir

como a un oso de peluche maldito

sin el cual me es imposible conciliar el sueño.

Vení, tomá toda mi vida

igual ya lo hiciste,

lo hiciste hace rato,

lo que pasa es que soy lento

y no me doy cuenta de las cosas.

Si venís esta vez, ya no tendrás que irte:

firmaré un contrato para toda la vida,

hasta tendremos una fiesta y todo.

Vos serás el vestido,

ese vestido blanco y solitario,

con aquel velo que transforma el mundo;

yo seré la novia

y lo llevaré puesto

como todos los días.

Sí, la novia: no importa mi género

vos y yo sabemos, Soledad,

que aunque vengan todos

nadie va a venir a la fiesta.