Hundida en su dolor, 

Caminó sola por una ruta destruida.

Lloraba su corazón roto buscando otra oportunidad.

Se enfrentó a lobos rabiosos 

Las espinas lastimaron sus pequeños pies de princesa. 

Y su piel se desgarraba en el camino

La noche se había hecho eterna, ya no había tormenta que alguna vez parase. 

No conforme con tanta oscuridad y cegada por el masoquismo encontró…

Un bosque tenebroso que escondía dolor, pensó que quizás era mejor cruzarlo, se sentía derrotada, ¿Que más podía pasar?.

Las ramitas quebraban a su paso, los animales en alerta la veían pasar. 

Su corazón comenzó a latir fuerte y sus manos empezaron a temblar. Quiso escapar pero ya era tarde, se había perdido y solo lo tenía que enfrentar.

Ahorcados en los arboles se encontraban todos sus recuerdos y dolores.

Abandonos, corazones rotos, abusos de poder, machismo y maltratos no eran más que monstruos disfrazados de animales salvajes que la querían comer.

Sus gritos de pánico jamás se escucharon, porque no había nadie más que pudiera salvarla.

Se convirtió en Samuray, enfrentó a esos monstruos pero salió herida.

Sangrando por todos lados siguió caminando.

Los pies destruidos, el lagrimal seco. 

Las manos cortadas, y el corazón al límite.

De repente detrás de un árbol casi moribundo pudo ver un rayo de sol como una débil linterna en medio de la oscuridad.

Siguió ese rastro y cruzó… Cruzó hacia otro bosque, el sol quemaba y le gustaba.

El pasto estaba decorado por flores y los árboles llenos de vida.

Esa vez la niña entendió, que podía ser feliz en el bosque. 

Solo tenía que ser valiente y enfrentar a esos monstruos.

Al fin y al cabo, detrás de cada dolor había una nueva oportunidad de ser feliz.

El viento norte se le hacía conocido, su pelito corto volaba libre, y los pájaros eran su música preferida.

A veces, para encontrar tu paraíso, tenés que enfrentar como un guerrero tus propios miedos.