Me gusta la sutileza de tu palabras desprendiéndose lentamente de tus labios secos.

Tan secos que nunca podrás decirme lo que verdaderamente sentís;

lo que querés

lo que pensas cuando me ves 

lo que pensas cuando me escribís.

Maldita sutileza

¿Quién te enseño a guardarte las palabras?

Ellas necesitan ser libres, poder volar hacia el caos, formar oraciones, textos, algo, FORMAR ALGO.

Tus humildes palabras hacen hueco en mi ser.

Ya no causan revolución en mis grises mariposas que están desoladas por lo que nunca fue, por un sentimiento que creció sin raíz.

Tal vez algún día aprendas a dejar de ser tan seco y distante.

Para que puedas ir de una vez por todas corriendo hacia lo que querés.

Cuando dejes tu sequedad entenderás por fin el mar de mis sentimientos,

entenderás porqué mis palabras son tan directas e imperfectas y que son solo un reflejo de mi imagen.

Ayer murieron mis grises mariposas y entendí que era lo mejor porque necesito otras para que invadan lentamente mi ser y me dejen crecer.