En uno de los muchos momentos en que disocio del mundo, estaba tomando mate y scrolleando en Instagram sin prestar mucha atención. En un movimiento automático y sin mirar, meto la mano en el paquete de galletitas tocando los límites de la bolsa, para darme cuenta de que las había terminado. Terminando de tomar el último mate me puse a inspeccionar el paquete y leer un poco, ya que, no me quedaba más que hacer con ese envoltorio, para luego finalmente desecharlo. Leyendo los ingredientes con la misma atención con la que veía reels,me doy cuenta que más de 3/4 de paquete estaban ocupados por tres rombos negros, claro…las etiquetas, que indican que contiene el alimento, algo que nos advierte que contiene eso que estamos por consumir. Entonces pienso… qué paradoja la de las etiquetas no? En los alimentos la etiqueta tiene un significado preventivo si se quiere, y en los sujetos? Que representación tiene?
En lo personal creo que esas etiquetas se convierten en pequeñas jaulillas invisibles, en las que se encasillan a los sujetos según un canon estereotipo/condición/género/situación económica/fisiopatología/neuropatologías, etc. Entonces de que nos previenen las etiquetas? Porque según lo veo, antes que un sujeto con características propias que nos hacen único, pareciera ser que “cumplir” con algún estereotipo o tener cierto diagnóstico determina la identidad del sujeto limitando la unicidad del mismo y eso que nos hace irrepetibles.
Simplemente lo que hace la etiqueta es permitirle la sociedad, que sea un dedo índice levantado, antes de conocer al sujeto y su verdadero “contenido”. Entonces me imagino estas etiquetas como un aparato regulador en las infancias. Algo cómo un apartado de nuestro documento de identidad
Pensaba algo grotesco como…
“Juan Garcia, dni: 44.366859, heterosexual, Argentino, TGD (trastorno generalizado del aprendizaje) dirección Nicaragua 368”. Inmediatamente comienzo a imaginarme cosas sobre este imaginario sujeto, con un imaginario diagnóstico que un imaginario profesional determinó, espero, luego de muchos exámenes claro. Qué puedo imaginar cómo futura docente? y sí…me imagino cómo habrá sido su relación con sus maestros, ahí dice heterosexual? Ah que bueno que me advierta su orientación sexual me parece práctico. Y la relación consigo mismo cómo será? Cómo hace un T.G.D para preparar una receta de bizcochuelo? (Todo en un tono irónico claro).
Qué etiquetas de mierda.
Pienso y lo que más me atraviesa es su situación en la infancia pero…por qué me pongo tan combativa con la institución educativa y empatizo con un sujeto que es producto de mi imaginación?
Bueno ahora sí me presento, yo soy Laura tengo seis años, nací en Capital Federal. Quiero aclarar que no nací con una frente decorada con tres rombos negros, si no que a los seis años más o menos un profesional dijo “esta nena no es distraída esta nena tiene TDA-H” primer rombo negro, me lo otorgó el doctor Salazar.
El segundo rombo me lo regaló la seño Susana profesora de lengua quien me enseñó escribir, o eso creía yo, porque resulta ser que mi lateralidad hábil no le era sutil al sistema, quiero decir, soy zurda. No hay tijeras para mi, prolijidad tampoco, mucho menos lugar en el cuaderno de caligrafía. Entonces “esto”hay que arreglarlo… la seño Susi me enseñó escribir con la mano derecha que bueno había unas caritas felices cuándo lo hacía con esta mano y había un ligero rechazo en el seño cuando lo hacía con mi mano hábil. Algo simple como una lateralidad al mundo le incomodaba, y yo siempre buscando la aprobación de mis seños me despegué de esa etiqueta cuando aprendí a escribir con la mano derecha. Pero el bagaje motriz y lúdico expresaba la verdad, porque a la hora de jugar, cuando pateaba y lanzaba, lo hacía con el lado hábil quién se da cuenta de esto? La docente de Educación física a la cual nunca le preocupó mi “situación” y ni siquiera llamó su atención. Cómo no voy a elegir esta profesión si me atravesaba desde la raíz.
La tercera etiqueta me la regaló mi entorno y gente random, que la opinión la soltaba como si fueran estornudo. Cuando mostraba algún tipo de comportamiento característico de cualquier infancia en ciertas etapas, berrinche, capricho o comportamientos mezquinos, que son castigados por la sociedad apareando todos estos comportamiento yoistas a un “… bueno es hija única eso explica todo. Como si los demás pibes con seis hermanos no sé enojaran cuando se les arrebata algo de la mano.
Hoy futura docente, amante de mi trabajo y de mi campo de acción laboral, puedo decir que no, claramente no hacían falta esas etiquetas para determinar la identidad de esa infancia, ni de ninguna otra. Las infancias son más que un diagnóstico, son unidades singularidades a las cuales se les debe otorgar seguridad, para la construcción del autoestima, para que sean autosuficientes y seguros de sí mismos a la hora de tomar decisiones. Que se sientan completamente libres con su orientación sexual o su género sin dar explicaciones, la forma cognitiva y/o corpórea en la que se desarrollan, sea como fuere es valiosa y está bien. Las infancias son el lugar en donde se debe preservar y cuidar al sujeto, y nosotros como adultos somos los agentes encargados de otorgar y gestionar ese lugar seguro.
Entonces, ahora sí. Soy Laura, nací en Capital Federal, me gusta el color verde, brunchear con mis amigas, soy vegetariana porque amo los animales y convivo con Vicente (en algún momento les voy a contar quién es y cuántas patas tiene) no me gusta el orégano, ni la gente de mal humor, tampoco las conversaciones en las que nadie escucha y todos hablan, me gusta el pelo de mi mamá y los ojos de mi papá, colecciono tazas, juego al hockey, hago cerámica y aspiro a ser la profe favorita de alguien y saben qué? También me gustan mucho las galletitas “Vocación”, esas que estaba comiendo, así que, me voy a ir a comprar otro paquete. Saludos.