Se han encendido varias alarmas. Los contagiados en toda la Argentina pasaron de los 125 casos promedio que había la semana pasada a los 250, el doble, que tenemos hoy. La curva sigue chata respecto a otros países pero si desglosamos a los nuevos enfermos cada vez hay menos personas que volvieron del exterior y más casos autóctonos.

A esto se le suma otro agravante. Como ya se ha dicho infinidad de veces los números oficiales reflejan el estado de situación de dos semanas atrás, no el actual ¿Y qué se ha hecho en estos 14 días para revertir la tendencia de contagios? Lamentablemente, escuchar los cantos de sirena de los defensores del mercado. También, es cierto, Alberto Fernández piensa en la salud y la economía de los argentinos, pero las medidas en cualquier caso van en la misma dirección: relajamiento de la cuarentena.

La excusa es la de siempre: evitar la caída estrepitosa de la economía confundiendo la causa del problema. No es la cuarentena, es la pandemia. En todo caso, busquemos formas para una normalidad diferente, en lugar de buscar forzar viejas estructuras en un nuevo orden mundial, que los optimistas sugieren que durará unos pocos meses, mientras que los pesimistas llegan a pronosticar que será para siempre.

Zapatere confundiendo la causa del problema

Los dos (o tres) países que hay dentro de Argentina

Cuando uno se mete en los números nacionales, parado desde las distintas provincias, los resultados son bastante reveladores. Hay un país, la mayor masa territorial (más no el más poblado) en la que el coronavirus es algo distante o controlado. Lugares donde el virus nunca llegó o donde hubo pocos casos. Curvas de contagios aplanadas, con casi todos los casos resueltos. En otros textos hemos evaluado la situación de Bahía Blanca, una ciudad que llegó a tener bastantes enfermos pero nunca desarrolló circulación comunitaria del virus. Es la localidad del interior bonaerense con más contagios. Para este primer país, el sano, el resto de los lugares están aún mejor que Bahía.

Después tenemos el segundo país. El que si fue afectado sanitariamente por el covid-19. Donde sí hubo circulación comunitaria y donde las curvas de contagio siguen subiendo. Para seguir con el análisis tomemos prestado el siguiente cuadro de la Wikipedia, con las seis provincias argentinas con más afectados.

A simple vista se revela que, dentro de este segundo país, hay dos estados diferentes. Las dos Buenos Aires en la parte superior y las cuatro provincias del fondo.

Santa Fe y Córdoba requieren atención, pero su presencia en esta lista se debe básicamente a su cantidad de habitantes. Si dividiéramos infectados por población total, sus números serían incluso mejores que los de Bahía Blanca. Los casos de Chaco y Río Negro son diferentes. Sus escasas poblaciones no justifican estar en este gráfico, además de poseer curvas de contagio más pronunciadas. También podemos sumar a Tierra del Fuego, séptima en cantidad de enfermos, siendo la provincia menos poblada del país. Todos estos casos requieren atención personalizada, pero se mantienen dentro de la media nacional, lejos de las curvas exponenciales a las que nos tiene acostumbrados esta pandemia.

El AMBA, tierra del covid.

Es difícil pensar qué es lo más terrible de la situación de la Ciudad Autónoma y del conurbano bonaerense. La curva de contagio, sobre todo la de CABA, es de ribetes europeos. Ya ocupa el primer lugar en la lista de distritos con contagios, siendo el cuarto en población.

El segundo lugar lo ocupa la monstruosa provincia de Buenos Aires. El Gran Buenos Aires, pegado a la capital, contiene la mayor cantidad de casos, por escándalo. Si se desglosa por localidad, recién en el lugar 25 aparece alguna del interior, Bahía Blanca, que junto con Mar del Plata son las únicas ciudades que llegan a los dos dígitos de contagiados. Entre las ciudades del conurbano ya aparecen ciudades con más de 100 infectados y con más de 10 nuevos casos por día.

Los números quizás no serían tan terribles, dada las grandes poblaciones de estas ciudades, si no fuera por la relación simbiótica con la pegada capital, que se atestigua en las largas procesiones automovilísticas diarias de sus autopistas de acceso, aún en cuarentena.

Una estrategia válida podría haber sido aislar a la Ciudad Autónoma del conurbano, pero estimo que ese tren ya pasó. Recordemos que los datos oficiales reflejan la situación de hace dos semanas y tristemente se puede esperar una escalada en la curva de contagios en ambos distritos. También quedarán por ver los efectos de las medidas tomadas por Rodríguez Larreta en Capital Federal, mucho más relajadas que las de Kicillof en el conurbano.

La estrategia nacional

¿Cuál es la diferencia entre las curvas del AMBA y las de Ecuador o Chile?

Desgraciadamente, el AMBA (Área Metropolitana de Buenos Aires) va camino a convertirse en uno de los epicentros de la pandemia en Latinoamérica, con niveles de contagios y muertes similares a los que vemos en los noticieros internacionales. La curva de infectados, apalancado por la situación sanitaria de villas y geriátricos, se va a pronunciar porque las medidas tomadas en las últimas dos semanas no van a precipitar la tendencia, más bien todo lo contrario.

Si la estrategia nacional sostenida por Alberto es cortar la cadena de contagios, la única táctica posible es aislar la capital y el conurbano del resto del país. Controlar no sólo a los que entran, sino principalmente a los que salen del AMBA, posibles mulas de la enfermedad.

En el Área Metropolitana sólo va a quedar lugar para una cuarentena feroz, a lo Wuhan. Si no es así, vamos a estar meses contando muertos, festejando como España o Italia que sólo fallecieron cientos por día, y no miles. Por cierto, estos dos países están liberando actividades, asumiendo que ya pasaron el falso concepto de pico de contagios. En uno o dos meses, volverán experimentar un brote y tendrán que cuarentenarse nuevamente.

Wuhan, en cambio, ciudad china de magnitud poblacional similar a la del AMBA pudo disminuir a cero no sólo los muertos, sino también los contagios. El precio de tal proeza fueron dos meses y medio de una cuarentena total, no igualada por ningún país occidental.

(Paréntesis negativo: el pesimismo forma parte de estas columnas y es necesario recordar que en los últimos días se han registrado nuevos casos de transmisión comunitaria en Wuhan, que han encendido las alarmas mundiales. Son pocos casos y probablemente sean contenidos, pero habla de una persistencia viral más fuerte de la esperada)

Para que esa potencia económica que es el AMBA vuelva a producir en niveles aceptable faltan meses. Mínimo tres, desde que se decrete una cuarentena total indefinida, algo que parece lejano.

Mientras tanto el país tiene que pensar una alternativa para reemplazar al tercio de la población nacional que vive en el Área Metropolitana. Peor, tenemos que prepararnos para sostener a un tercio de la población nacional que va a producir menos del cincuenta por ciento de la antigua normalidad.

El Estado de Alberto va a tener que asistir en el AMBA y promover en el interior. Sacar la producción y la inversión, pública y privada, hacia las provincias donde todo puede funcionar bajo la nueva normalidad. Mostrarle al mundo un amplio territorio, industria, campo y mano de obra, libres del covid.

También sería momento para mover la estructura estatal del epicentro de la enfermedad. Si Alberto quiere dar un mensaje de solidaridad y heroísmo permaneciendo en el eje de la tormenta, que lo haga. Sin embargo no hay mayores razones para exponer a miles de funcionarios a vivir con riesgo a contagiarse. Las cuarentenas y los brotes tarde o temprano mermarán el rendimiento de ministerios, agencias federales y secretarías. Es inevitable. Algo similar puede ocurrir con los poderes legislativo y judicial.

Finalmente, si los pesimistas tienen razón, se puede pensar en mover mano de obra y hasta poblaciones enteras a otras latitudes seguras, con la correspondiente cuarentena y medidas sanitarias pertinentes.

Estos cambios no tendrán que ser permanentes, apenas mientras dure la cuarentena en el AMBA, aunque tampoco tienen que ser vistos como negativos. Pueden ayudar a desarrollar polos productivos en otras regiones, reducir el hacinamiento en CABA y en GBA o federalizar el país.

Mientras tanto, en el Área Metropolitana reinará la asistencia estatal y la solidaridad desde cada rincón de la Argentina para contener el desastre económico y social que se viene. No quedará otra, si queremos que el coronavirus no nos lleve puestos.