ZONA CERO: EROS EN CLAVE FUTURISTA
Vita Set es una banda platense, formada en 2015, integrada por Ignacio Urbiztondo, Manuel Alvarez, Santiago Hernández y Franco Armisen. Es difícil, como toda música actual, catalogarlo en un lugar. Un hyperpop experimental y liminal del nuevo milenio. Algunas veces electro, algunas veces rock. Un poco de todo: de lo que fue y será.
Mientras escribo esto, el grupo se encuentra finalizando su gira de presentación con ZONA CERO: un disco conceptual que, a través de una mirada del futuro en derrumbe, busca discutir nuestros vínculos con el presente. Sonidos venideros de un tiempo apocalíptico equilibran con el mensaje fatídico de la caída. Como una reversión futurista de la trompeta del Arcángel Gabriel, ZONA CERO hace sonar su pop táctico para anunciarnos un nuevo fin de los tiempos tecnológicos. El álbum consiste en 12 canciones, de las cuales algunos títulos ya nos adelantan la ficción distópica en la que nos sumergiremos: «El apagón», «Apocalipsis», «Nada dura para siempre», son algunos ejemplos.
En un cruce entre narración, lírica y lenguaje analítico, la banda pone a la luz una observación minuciosa sobre la naturaleza de las emociones. No existe el deseo absoluto y todo lo que anhelamos con pasión puede cambiar, revelarse o alejarse de nosotros. Especialmente, frente al temblor del mundo que solíamos conocer.
Alcanza con escuchar «Y si me apurás así, caeré en la tentación» en El apagón o «Puedo morir con la verdad, puedo mentir hasta matar» en Lo que diga hoy para comprender cómo frente al caos ese Eros se descontrola, se trastoca, se transforma en la oscuridad latente dentro de nosotros.
La pregunta es: ¿las redes y las telecomunicaciones afectan ese Eros desbordado? ¿Hasta qué punto? ¿Qué es El Clan sino una entidad más poderosa que puede someter al Deseo y controlarlo a través de nosotros? En la repetición se nos anuncia sobre él. En primer lugar, en La Plataforma, «su voz me es tan familiar, artificial» y más tarde «su voz me es tan especial, artificial». Tiene la apariencia erótica en la figura de lo que amamos, pero no deja de ser una máquina satelital que nos engaña hacia el consumo. En el álbum, Eros se convierte en un robot, que simula emoción y conexión, pero nos entrega al entumecimiento de las emociones más compasivas y nos empuja hacia la desconexión del mundo real. «Deseos desiertos faltos de fe» dice en ZONA CERO. Y es imposible preguntarse: ese vínculo con el mundo, ¿desde hace cuánto tiempo viene perdiéndose por la mediación de las pantallas? No fue el apagón lo que demostró el desinterés, la desconexión, la falta de reconocimiento del que está al lado. Hay una reflexión también temporal: ¿Hace cuánto el mundo se siente como en Apocalipsis: «Puedo morirme acá sin que te enteres»? Como si no todo se hubiese agilizado, acelerado, entorpecido e insensibilizado hace rato. «Ya pasé la temporada de un amor por chat», dice en Nada dura para siempre. “Y si me pierdo buscando el amor en el descarte?» en El momento exacto: espontaneidad y lo efímero toman escena en nuestros vínculos y los corrompen hasta hacerlos desaparecer.
Sin embargo, el derrumbe también despierta algo en nosotros. Algo universal, inexplicable, eterno. Una especie de fe, una pequeña esperanza que las nuevas tecnologías adormecen pero no matan. «Todos queremos algo, lo repetimos sin saber» dice nuevamente en El momento exacto. En varios versos, la voz narradora se despierta, interrumpiendo esa ensoñación de la distopía, revelando un sentimiento más puro, incluso más humano. Frente a esa fuerza totalizadora, controladora de nuestras relaciones interpersonales, se enfrenta el reconocimiento del arrepentimiento y de la debilidad, como una pietas ancestral. Así lo escuchamos en la repetición de «si no debí, pido perdón» de La Plataforma o «Si no te vuelvo a ver pensá en mí otra vez» de Apocalipsis.
Entre la nostalgia y la catástrofe, ZONA CERO reflexiona sobre el nuevo milenio que nos toca habitar y propone una nueva mitología maniqueísta: Eros se levanta como un androide digital que todo lo apaga y, a la vez, todo se apodera. Pero del otro lado, hay una divinidad que la contrarresta, llámese Piedad, llámese Ternura, llámese Esperanza. Pero, al fin y al cabo, es una fuerza divina ancestral más allá de los dioses que ganó una de las tantas batallas contra el cuerpo cyborg de lo corrupto y descartable. O por lo menos, podemos pensar que ganó por ahora. Porque, si bien concluye en el tema Nuevo Orden que «ponderamos la verdad, una fe que no cedió», también es verdad que la última frase del disco es «Una sombra es lo que queda ahora»: un recuerdo de lo que existió y que ahora se vuelve a esconder en las sombras.
REDES DE VITA SET
En reestructuración.