Pobre mi musa, padece de sueño crónico.
Pasa la mayor parte del tiempo en las nubes
y yo, ser terrenal, no logro alcanzarla con mis brazos.
Yo soy la que te canta a vos, musa, musa,
forzando mi voz, para que te llegue allá en las alturas.
Pero me alejo más de ti cuando me arrodillo
para rogarte que por favor te acuerdes de mí
y me des aunque sea un atisbo de inspiración
en forma de gotita de lluvia
y termines así con la sequía en mi garganta
y hagas florecer ideas en mi sangre
que fluirá hasta mis manos
y me permitirá hacer.
Yo te seguiré cantando a vos, musa, musa,
y te rendiré ofrendas,
y haré sacrificios en tu nombre
y no permitiré que olvides
a la mortal con quien compartes
algún tipo de lazo.
Porque sé, musa
que cuando despiertes
y me recuerdes
una abundancia de vida me poseerá
tan fuerte será
que volcaré el hecho de que existo en alguna parte.
Pero este vigor que me das, musa
no es duradero
y mi corazón se partirá un poquitito más
cuando emprendas tu vuelta a tu nube rosada.
Yo,
inercia,
te despido desde mi cama
te lanzo una amapola que atraparás en el vuelo.
Cada tanto verás su color rojo
y espero que me recuerdes
hasta la próxima vez que nos veamos
dentro de algunas semanas o meses.