Droga lenta/DrogaDura: El split de Bahía
Fue Truman Capote quién escribió que había que aprender de tantas fuentes como sea posible: no sólo de los libros, sino de la música, de la pintura, o el ejercicio visual de la observación cotidiana. En estos hechos hay una capacidad inclusiva que merece atención: no hay que aprender solo en las formas propiamente dichas, sino también en la técnica de producción, pues parafraseando a Adorno: el contenido también es la forma: y tanto la forma cómo la técnica se corresponden en esencia. Ahora bien: en Droga lenta/Drogadura, presenciamos dos hechos que pueden ser considerados como un desafío literario. Hablamos de una innovación que es fantástica y que cabe reconocer: por un lado, la capacidad general de incluir cualidades técnicas propias de la producción musical, hecho que significa un desplazamiento artístico y en consecuencia un resultado “híbrido”. Y por otro: la manipulación literaria y la habilidad poética de ambos escritores, que en sus diferencias se complementan y enriquecen el resultado final.
Sobre el primer aspecto, pienso en William Carlos William: “para ser un buen artista, se deben conocer los materiales”, hecho que puede volcarse no solo a la materialidad lingüística y literaria; sino trascendiendo a los aspectos que la hacen circular en determinados territorios. En efecto, la calidad general del lenguaje en su totalidad puede responder también ante la volatilidad para transformarlo, con todo el significado que abarca la palabra “transformación”. Todos escriben: «ejercita el zen»; «materialízate», pero pocos son capaces de ponerlo en práctica, escribió Ginsberg. droga lenta/drogadura lo pone en práctica. El libro de poesía se compone a partir de un concepto llamado: álbum Split. El formato del álbum Split nace en la década del 1980/90; esencialmente del undergound; este formato de publicación se usó por discografías independientes y artistas del punk rock, hardcore, grindcore, black metal, noise y el indie. El Split es el concepto que designa una colaboración de dos artistas en un lanzamiento musical, es decir; es un proyecto conjunto. En el caso de droga lenta/drogadura, estamos ante una doble comunicación llevada a la poesía. Es la publicación como necesidad: la necesidad de escribir, de dejar una huella independientemente de todas las vicisitudes que se presentan y de forma dual; lo cual lo hace un hecho doblemente significativo. La seriedad de una obra de arte, la fe que su autor deposita en ella, se basa en que produce de manera efectiva una disolución de la continua confusión y aridez que la vida impone con sus mutaciones.
En droga lenta; el Chimpa hace uso de los versos libres. Parte de un símil Zelarrayiano: su poema opera sobre un dominio literario que ambiciona sobrepasar con la percepción poética la conciencia posible, pulsar todas las veces, tantear todos los ámbitos, aprehender el más acá y el más allá de lo manifiesto, de lo inteligible; de aquí rescato dos cosas. La primera; podemos reconocer como a medida que el poema avanza aparece ese dominio de la escritura que ambiciona sobrepasar con la percepción poética la conciencia posible: está presente el uso de anáforas, metáforas, recursos metonímicos, y la manipulación de ciertos tonos, que dan cuenta de un trabajo sobre la lengua sin perder de vista la expresión local. Lo preciso desaparece en el aire sin apuro, con efervescencia y frescura: existe así en su poesía un ritmo bombeante como el repiqueteo de una batería que marca los tempos. Aunque a veces la “orbita cambia la atmosfera”, y el desarrollo general y versátil puede volverse breve. Pues “a mayor inercia/mayor necesidad de transformación”.
En drogadura; Rey Bufón apoya su poesía a través de un tratamiento Bukowsniano, hay una visión certera sobre los pequeños actos de la vida diaria, dónde la sordidez que se esconde tras los modales de la convivencia convencional son expuestos: la consistencia de su literatura se afirma en una poesía que prescinde de los versos extensos, para enfocarse con precisión en los hechos concretos. La inconsistencia de lo que muchas veces permanece errático y difícil de enfocar por abstracción, se resuelve de forma inmediata sin perder de vista el artificio del lenguaje. En efecto, su poesía consiste por momentos en poemas que nos presentan historias crudas, una poesía que opera sobre una especie de realidad ficcionalizada; dónde los poemas se pueden parir cuando pasas la vida en un bar de mala muerte, o en dónde un pibe de 21 años puede sentirse “invencible/al igual que loros/ que vuelven en la tarde cansina/ e inmortal”; con la misma facilidad en que hace luego una pregunta que desmorona toda sociedad que lo enajena: “¿por qué papá puso un fierro en mi mano/ y no un libro de poesía?”. Hay una voz para los que no la tienen; hay fragilidad incluso en el corazón de una piedra. Y hay en este proyecto en conjunto un carácter complementario, que se genera no solo en la forma individual: sino en la concreción final. Un libro de poemas que funciona como álbum; entonces es ¿un álbum de poesía?