El cielo que apaga mis días tan tristes desde tu despedida, llora a la par de mi pesar.
Te extraño día a dia y la lluvia no logra equiparar la velocidad de mis lágrimas.
Mis silencios prolongados que intentan vagamente ocultar mi plena soledad, se encuentran inundados por los repentinos gritos de mi cabeza.
La cuchilla anteriormente afilada se prepara para su tarea rutinaria.
«Entiendo no poder ser lo que deseabas. Darte tanto asco. Ser tan detestable. Pero creeme cuando te digo que no eres el único, ni el primero… Porque ese puesto me lo gano yo»
Cada silencio era aún más cortante que el otro, más profundo, más doloroso.
Un dolor que falla diariamente en su inútil intento de iniquilar al otro. Promete despedida una y otra vez, solo para volver a recaer.
-Lucila Rebolledo.