«Un lugar perfecto para la resistencia»
eso le dije.
Tiene lo necesario
tierra, verde, distancia;
ahora, una luna como farol
que alumbra cada sitio.
Esa lejanía del todo
la convierte en una fortaleza casi infranqueable
sólo perturbable
si los nuestros dejan pasar la miseria.
Un lugar perfecto para la resistencia
pero allí parecía que ya había pasado el Apocalipsis.
En las zonas de poco tránsito
los yuyos llegan a la cabeza,
por demás brota el rocío
impregnando todo
las nubes maquilladas con luz de luna
imponen su presencia
ante los cuises y alimañas que corren
en el más impoluto silencio.
Nada rompía el clima de rostros desfigurados
de rostros sin esperanza.
Tenían todo,
buenas reservas de juventud,
el búnker y un montón de ideas
atadas a la garganta
listas para disparar,
pero una gotera
les fue creciendo en la cabeza
e inundó los ojos.
Las palmeras indómitas nos recuerdan la causa.
Ante mí se despabiló el cuerpo
pero del susto.
Los dientes aprietan los párpados
y ellos ya no pueden pensar.
Tienen todas las flores, y no pueden.
Tienen toda la tierra, y no pueden.
Espasmos de vida cuando ven
unos labios pintados
y los hace preguntarse
¿quién es el mejor?
Un trago de agua
dos notas sonando, pero no tan fuerte.
Con lo que contamos ahora:
dos perros fieles; uno ciego,
el otro todavía pequeño
Lo que queda es que se pregunten
para qué tienen esas ideas en la garganta
si para vomitar
o para matar.
El hastío se disfrazó de mujer
y les pintó la cara.
Tienen todas las flores, y no pueden.
Tienen toda la tierra, y no pueden.
Tienen toda la vida,
y sólo sembraron muerte.