Está el rosa fluorescente
de un viento atrapado entre dos nubes.
Arriba, se quejan en naranja,
porque ese imprevisto aprieto
demora el día,
detiene el tiempo
en un suspiro lila que se desinfla.
Atrás aparece,
tímida,
como una acuarela diluida,
una brisa de la noche
que quiere saber qué pasa,
que pregunta por qué nadie se mueve.
Hay protestas
que giran en el aire
como chispazos canela y,
mientras todos hablan,
nadie nota el último guiño del sol
que retumba,
sacude el mundo
y desatasca todo.