En mi ratonera con balcón a la calle,
dos dientes buscan una cola
a leguas y siglos de los terremotos
que abren grietas en la cabeza más dura:
aquí sólo vale
el menso girar sobre lo mesmo.
Adentro, una bestia devora un cuerpo
miembro a miembro, marchitando
lo que no se puede digerir por medio
de espectros que invoca a mansalva,
sin medida ni mesura, tan sólo
porque puede, tan sólo
porque no tiene que tocarlos.
Sabandija astuta, su negra taumaturgia
torna tabúes en tótems, y los yergue,
uno a uno, en barrotes que ahogan
los sonidos que llegan de la calle.
Pero pese a todo la sangre fluye,
y las vísceras gruñen, el cabello
crece y se cae y aun el olor a estiércol
semeja un perfume pleno de porvenir.
Nací en Costa Rica, ahora vivo frente al Palacio Barolo
Un caballero perdido en este siglo, que bello lenguaje, gracias por traer esas expresiones, que ya casi nadie usa.