Hoy parte la flota a Sicilia, amor.
Todos saben (lo sabemos nosotros)
que las naves van hacia su ruina,
que Alcibíades y su arrogante libido
no son de confiar, que nada
hay para hacer en esa isla lejana.
Qué importa, decís, y embarcamos.

Hoy parte la flota a Sicilia, amor.
No habrá lugar donde escondernos
y la guerra, día y noche, asolará
sin tregua el refugio. Los enemigos
son muchos y los aliados solo dos.
No habrá descanso. No será fácil.  
Qué importa, digo, y embarcamos.

Hoy parte la flota a Sicilia, amor,
y también mañana. ¿En cuántos puertos,
en cuántas camas y bares se embarcan
día y noche los malhadados amantes?
El oráculo siempre predice la derrota;
quienes regresan sólo hablan de derrota.
Qué importa, dicen, y se embarcan.

Hoy parte la flota a Sicilia, amor.
Tal vez si partiésemos a Troya,
como nuestros abuelos, otro destino
sería posible, pero a cada generación
le toca una batalla distinta, y nosotros
no podríamos matar a Ifigenia, decir
“qué importa” y embarcarnos. No.

Hoy parte la flota a Sicilia, amor.
¿Subimos? Ya va a cambiar la marea
y no queremos perder el momento.
La puesta de sol es hermosa,
y nadie puede, al ver los celajes
que cubren el cielo al oeste,
no imitar al sol, y embarcarse.