¿Cómo hago para seguir?
Si tu olor sigue invadiendo mis días,
si te sigo viendo en todos los lugares donde alguna vez estuvimos,
y en los que no, también.
¿A quién deseo engañar?
No sé cómo conciliar mi amor con tu desprecio.
¿A dónde debo ir
si tus piecitos ya no me guían?
¿A quién le debo preguntar
si alguna vez me amaste?
Tal vez en la pregunta está la respuesta.
¿Dónde debo pisar
si todo camino es incierto
si debajo mío hay un abismo insondable?
¿A quién debo entregarle esto
que quedó en mis manos?
¿Qué hago con tanto amor?
Deglutir hasta morir envenenado.
Donde vas, amor mío,
espero que seas feliz
y que la vida te gratifique.
En mi alma no existe el odio ni el rencor.
Esta debe ser la forma de amor más puro:
la que ama y admira sin poseer,
la que ama y admira sin ver,
sin tocar, sin oler,
como si de un Dios se tratase,
buscando la trascendencia en el recuerdo de tu rostro.
Lástima que nunca lo notaste,
lástima que la vida no tiene el don de la justicia,
lástima que la vida no habla de merecimientos.
¿Quién diría que amar dolería tanto?