Historia publicada originalmente por Maximiliano Buss Kopp en 8000.ar

La poeta griega Safo de Lesbos tuvo una reencarnación bahiense en un pibe de Villa Libre de 17 años que usa pantalón deportivo negro, campera también negra de cuero duro y gastado y una gorra rosa chicle bubbaloo.

—2.500 años de distancia temporal separan a Sebastián Talí de Safo, pero nada cambió en todo ese tiempo. Los 2 escriben sobre lo mismo: la eternidad —dice la poeta Lourdes López.

Ella es su profesora de literatura en la Escuela N°14, esa que está al lado del Hospital Penna. Ella le presentó a Safo en una clase, y le prestó una antología en griego y español para que leyera en su casa.

Δέδυκε μεν ἀ σελάννα

καὶ Πληΐαδεσ, μέσαι δὲ

νύκτεσ πάρα δ᾽ ἔρχετ᾽ ὤρα,

ἔγω δὲ μόνα κατεύδω

La luna se ocultó y las Pléyades se fueron.

Es medianoche, el tiempo pasa.

Yo estoy acostada sola.

—Leí eso y me gustó la palabra nuctes: “noches” —dice Sebastián—. Me gustó, porque las noches de la ciudad son las más lindas. A mí me gusta caminar hasta allá, donde están las antenas, y quedarme viendo solo un rato desde arriba.

—¿Noches?

—Noches.

—¿Por qué lo escribís en griego antiguo?

—Porque es una lengua que para algunos murió.

Su profesora Lourdes, graduada en Letras por la Universidad Nacional del Sur, detecta en ambos una preocupación sobre el legado, sobre lo perpetuo: dice que Safo considera la mortalidad como un mal, mientras que Sebastián grafitea por las noches con un mismo nombre, repetido para ser recordado.

 “Los 2 escriben en la misma lengua: la de los que desean el infinito. Ambos se enfrentan al olvido. Todo parece estar oscuro de repente. Pero ellos no: ellos todavía iluminan en la noche”.

—Sebas, vos grafiteás en las paredes como una pregunta…

—Sí. Tiene algo corte místico la noche. Una de las cosas que le pregunto a la noche es si es verdad. Cuando era más chico y no podía dormir, salía de casa, me iba corriendo por la calle Necochea y me metía entre los pasillos del hospital viejo. Del Penna, ¿viste? Bueno, ahí nos juntábamos una banda de pibes a pintar. Éramos como 20. Yo tenía una letra horrible y llevaba pintura que le sacaba a mi abuelo, que es pintor. Nos encontrábamos los de la nueva escuela de grafiteros y los de la vieja.

—¿Y no escribís sobre papel?

—Lo hacía cuando era más chico. Pero dejé cuando murió mi hermano. Fue una tragedia. Muy, muy doloroso.

—¿Cómo murió?

—Mucho no me acuerdo. Tengo chispazos. Era el Día de la Madre. Y el celular de mi papá sonaba y sonaba. Pero no atendieron, porque pensaban que era alguno de mis hermanos para saludar a mi mamá. Era temprano: las 6. Yo estaba en lo de mi abuela. Ella me despertó para decirme que a mi hermano lo habían chocado y estaba muerto.

—¿Cuándo lo habías visto por última vez?

—Esa noche.

—Esa noche.

Sebastián eligió esa palabra del 52 de Safo: un poema en el que, según Lourdes, “aparecen la inmensidad del universo y la soledad del ser humano”.

Dice que la palabra νύκτεσ “lo conecta con ese mundo de la antigüedad, lo transporta a la misma arcaica noche de la poeta: hace 2.500 años, la luna y las estrellas también se iban del cielo y alguien estaba en la oscuridad viendo cómo desaparecían. Podría ser esta noche, cualquier noche”.

—¿Cómo encontraste esa palabra, Sebas?

—Una noche estaba con mi amigo Bruno escuchando Bandido, del Mero Mero, y me puse a leer el libro que me dio Lourdes. Nada que ver. Imaginate las veces que tuve que leer el libro. Y me gustó esa y otra más que quiero empezar a “taguear”: frenas, que significa “alma”.

Sebastián no dice “grafitear”, dice “taguear”. Un tag para él es una etiqueta corta. Propia, como una firma. Nadie se la puede robar. Ni mucho menos tapar, porque se van a las piñas. Existen códigos y esos son unos que respeta.

Él además escribe sobre las paredes en ruinas, no daña monumentos ni propiedades. Dice que ese es su lienzo favorito y busca lugares perdidos, abandonados: donde hay que “entrar con linterna”, donde sólo llegan las personas que buscan la oscuridad.

Y no sólo es dueño de ¿νύκτεσ?…

—También tengo el de “sida”.

—¿Por qué?

—Tuve un amigo que nació con HIV. Todos en la escuela lo acosaban. Le decían “el enfermito”. En la secundaria conoció una chica, tuvieron sexo sin cuidarse y la contagió. La familia de ella lo denunció, y a él lo empezaron a escrachar por todos lados. Se terminó suicidando. No sé, tendría 14 años… Y por eso escribo ese tag. Porque son cosas de las que nadie habla. Los pibes no saben ni cómo ponerse un forro.

Sebastián va a ser papá de Yael en agosto. La mamá del bebé se llama Milagros y tiene 15 años. Están separados. Pero él dice que buscaban tener un hijo, y espera que las cosas con ella se puedan arreglar.

También quiere terminar el secundario el año que viene, para empezar a trabajar.

—¿Qué querés ser?

—Basurero. De esos que corren y juntan la basura. Mi sueño es correr de noche y saludar a los pibes desde el camión recolector. Me encanta eso. Espero que pueda entrar en la Sapem…

Mientras tanto, suele trabajar descargando bolsas de los camiones que llegan a las verdulerías de la ciudad. Cuenta que se despierta a las 2 y sale. Llega a bajar unas 300 bolsas de papas en 2 o 3 horas. Después arma los pallets y los reparte en un carrito:

—Como los de Troya.

—¿Qué dicen tus papás de esto?

—Mi mamá está orgullosa. Imaginate: soy el primer Talí que no sale en La Brújula por un robo. Tengo 2 hermanos que están presos por robos pesados. Yo estoy acá hablando con vos por las marcas que voy dejando con la pintura, y espero que no se borren.