Sólo mi derecho vital a ser un monstruo / o como me llame / o como me salga,/ como me pueda el deseo y las fucking ganas. / Mi derecho a explorarme, / a reinventarme. / hacer de mi mutar mi noble ejercicio.
Esto está más cerca de una carta de amor. Ojalá. Durante un año, nos juntábamos con un amigo a leernos poesía en cafés, plazas, avenidas. Aunque siempre llegaba tarde a nuestras reuniones, las valoraba mucho porque fueron germen de preciosos hallazgos literarios. Un día, me mandó un video de una amiga suya leyendo un poema. Cuando terminó, la primera sugerencia de YouTube me llevó, por primera vez, a Susy Shock y a su reconocido –e histórico, me atrevo– Monstruo mío (Reivindico mi derecho a ser un monstruo). Recuerdo mi impresión porque aún se sostiene: conmoción, fascinación y euforia. Hay que conocerla así: escuchándola. Hay que ingresar a su poética a través de la voz, los tonos, su ritmo, su fuerza que alza sus ya poderosas afirmaciones. Una experiencia del orden de lo irreversible. Por supuesto, se lo envié a mi amigo. Jugaba el azar en ese descubrimiento, pero también un continuo de una sensibilidad inaugurada. Hice que muchas otras personas vieran el video, a sabiendas que lo recibirían y les transformaría. Así fue cómo decidí que tenían que estar, el poema y su autora, en el taller de escritura de verano. Quería proponer replicar ese gesto tan genuinamente rebelde: escribir un manifiesto apropiándose de la monstruosidad a la que nos arrojan las instituciones. Sentía que necesitaba conseguir el libro, que se pudiera observar el grito en una materialidad palpable, tal vez para que pudieran proyectarse a sí mismxs en una publicación a futuro. Fue un desafío: está agotado desde hacía años. Busqué y busqué hasta llegar, también por primera vez, a Casa Brandon. Un lugar –también histórico– con mucha belleza, icónicos recorridos e inmensa apertura. Lisa Kerner me vendió mi copia de Poemario Trans Pirado que es, como le digo a todes, el tesoro de mi biblioteca. Por otro lado, invitarla a Zárate no implicó un desafío en absoluto: aceptó prontamente. Hay algo que la describe muy bien, que está en ese poema, en ese libro, en sus expresiones públicas, en sus presentaciones en vivo, y es su generosidad, su amabilidad y su ternura. Al acontecimiento lo nombramos Yeguas del Apocalipsis, en homenaje a Pedro Lemebel y Francisco Casas. Éramos muy pocxs, estábamos ansiosxs. Cuando llegó, hicimos una ronda de preguntas que, ahora a la distancia, me hacen disculparme si fueron imprecisas o poco inteligentes, junto con todo lo que pudo no haber estado a la altura. Sí puedo asegurar que quedamos enamoradxs con esa lucidez, con el humor, con la hermosura que aumentó a medida que recitaba y cantaba. Anoche, cuando veía el show online Vuelve El Poemario organizado por Brandon, pensaba en ese día y sentía un profundo agradecimiento. También sorpresa frente al efecto de la continuidad que, como una amiga me dijo, es importante. Vuelve el Poemario y yo vuelvo a él desde muchos recuerdos. Ese año, para el cierre del taller, el artista Emanuel Maffioly hizo dibujos y pinturas inspiradas en el imaginario transmitológico que abren Susy Shock y las colas chilenas; este año, me aparece que Emanuel vuelve a ellas, redibujándolas en nuevos cuadernos. Agarro mi copia del poemario, la miro y le mando una foto a una chica, abro Instagram y me entero que se reedita (y está en preventa) toda su obra poética en un libro llamado Realidades, por Editorial Muchas nueces. Marlene Wayar invita, desde esa red, a filmarse recitando Monstruo mío y etiquetar a la editorial; tengo reminiscencias de lxs chicxs en el taller pasándose el poemario, leyendo aquel manifiesto afuera de la radio local que supo albergarnos amorosamente (FM ROCK 103.3), en voz alta, con el calor pesado del verano. También mi agradecimiento es hacia ellxs. Hay poesía que, desde su naturaleza, crea comunidad.
Es un poemario sobre la identidad y sobre trascender la identidad, transformarla, (re)inventarla. El primer poema se titula Soy y comienza preguntándose: ¿Qué soy? ¿Importa? Luego no hay sólo respuestas, hay archivo trans sudaka (como ella se enuncia), hay homenajes, hay denuncias, hay manifestación de deseo y de distancia, hay imágenes barrosas, grotescas, adorables, incluso más allá de las ilustraciones que acompañan la publicación y dialogan con sus versos. La reflexión sobre el ser no busca clausurarse en ningún momento, no es una pregunta que busca un alivio, una confirmación. Al contrario, se trata de una potencia que implica recorrer una memoria, una forma de mirar y ser mirada, una acción constante que reafirma la bella monstruosidad en ejercicio. Desde el borde del borde que reivindica, desde nombrar a sus niñas revolucionarias y a sus payaso-hermanas, desde una genealogía de lengua puta y ramita seca, Susy Shock tiene la capacidad de decir Yo y abrir una pluralidad. A ese nivel llega su generosidad. Cuando se piensa Monstruo y se nombra desde ahí con orgullo, habilita ecos de barbarie. De una forma inagotable: en Hojarascas, aparece la frase No queremos ser más esta humanidad que se multiplica en afiches de colores y que repetimos con rabia ante cada injusticia, porque eso nos enseña: una rebeldía irreverente, que no se deja capturar por “lo normal”, que habla de amor sin solemnidad y lo vuelve accesible. El gesto puede rastrearse en dos poemas/canciones que interpretó en el show: No oculto y Promuevo Barricadas. El primero, habla de monstruosidad de forma implícita. Ser monstruo significa llevar a la superficie aquello que la sociedad tapa por vergüenza, por odio, por incomprensión, por control. Allí, el agujero en la media y el asco a la Junta Militar emergen, se hacen visibles y se sostienen en lo público. El segundo, creí que estaba en el poemario, porque lo había leído y compartido en el taller, pero no, estaba en su blog y en el libro Relatos de Canecalón con el título Beso: besarse en la plaza de todas las Repúblicas / (o elegir especialmente aquellas donde todavía te matan por un sodomo y gomorro beso) / besarse delante de la foto del niño que también fui.
Una vida-poética-política posible a partir de enunciarse como monstruosidad. El poemario se abre con una frase de Marlene Wayar: Ser trans es reconocerse a unx mismx como el primer objeto de arte. Esa idea se sostiene en todo el libro. La primera afirmación en su voz, en los poemas, es un entrecomillado “Soy arte”. En el manifiesto, la reivindicación es posible con el hummus, el arcoíris, el aleteo de su cantar, que trae la figura de la mariposa que viene de Lohana Berkins. Compone la obra el hacer cotidiano que a la vez inaugura acontecimientos espectaculares por una mirada dispuesta a resignificar. Un vínculo de bizarría de ángel con el accidente, pero también con una intención de poetizar (como dice un poema y como invitó anoche, en el evento) la existencia. Y qué coherente, pensaba. Aquello lo escribía en 2011, pero hace un par de horas lo sostenía, en el contexto de una pandemia, llamando a imaginar un poco más cómo seguir encontrándonos, cómo seguir apareciendo monstruxs. Véanse sus postas sanitarias que devuelven imágenes conmovedoras, incluso a través de un vidrio, incluso con los anti-libidinales barbijos en escena. Nosotras sabemos de muchas galaxias porque este cielo nos lo hicieron pobre, convoca a la reinvención constante -propia de lo monstruoso-, nuevamente, al pensamiento comunitario sensible y abraza.
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#Infernaliana es una serie de escritos vinculados a un proyecto de difusión de poéticas monstruosas. Se trata de visibilizar autorxs, revisar el canon, comentar lecturas actuales. Sale cada dos semanas en Trafkintu.