No creía poder reconstruirme cuando te fuiste, los escombros que habías tirado sobre mi no me dejaban respirar. Tanto más fácil hubiera sido que aquel fosforito que al final no usaste para prender la hornalla, lo hubieras usado para prenderme fuego.
Algo se rompió y me encontré en las cosas que habíamos comprado alguna tarde de verano, cuando te quejabas por los mosquitos y yo me reía. Algo se rompió. La oscuridad, yo, una sombra negra que consumía, con la negatividad propia de aquellos escombros, todo rastro de luz. Pero, una tarde de invierno en la playa, me encontré con una canción de fondo y deje que ese destellito de luz asomara. Me destruiste, no volví a ser lo que era antes (tampoco lo quería).
Al final no necesité que prendieras el fosforito, lo prendí yo, ilumine mis sombras, las abracé, comprendí que era una con ellas. No se porque volviste, pero te pedí que te fueras. No quería que entraras, porque qué otra cosa que no fueran escombros volverías a dejar, qué otra cosa que un fosforito sin encender, un té sin preparar y unas galletitas sin comprar tendrias para ofrecerme.