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Aprender a escribir poesía es como cuando aprendés a hablar, podés producir todo eso que antes escuchabas, podés entender lo que antes pasabas por alto. Pasar por alto, qué gracioso. La poesía es una puerta chiquita por la que solo entramos los petisos. Alicia tuvo que tomarse un frasco de brebaje para poder pasar. Antes yo no quería ser un poeta romántico, no quería por nada del mundo ser un poeta romántico, eso estaba pasado de moda y resultaba cursi para el pensamiento actual. Yo no sabía de lo que hablaba, copiaba mal, y seguro ahora guarde muchos vicios, pero ya no quiero decir romántico o materialista, abstracto o concreto. Ya no necesito estar comprando libros, cuando quiero leer algo, lo sueño o lo escribo.
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Me gustan mis manos. Me gusta cuando transpiran y también cuando se ponen frías. Me gusta la cicatriz en mi pulgar izquierdo porque me recuerda la sidra que tomé aquel verano. Me gusta la pequeña línea de mugre abajo de las uñas y me gusta pasarme por las uñas el capuchón de una lapicera. Antes me comía las uñas pero dejé de hacerlo. Es uno de mis logros de vida. Me gusta mi línea de la vida porque es marcada, intensa. Cuando cierro la mano hay dos líneas que significan que voy a tener dos hijes. Pero todavía no sé.
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Que el bosque no te tape el árbol. Es decir: que todo ese sistema elaborado de teorías sociales no te impida ver el caso particular y entender el problema. Así como en el dicho “que el árbol no te impida ver el bosque” se hace referencia a que un problema puntual no te impida ver la totalidad que se oculta detrás, aquí se invierte la fórmula, y es la totalidad abstracta la que muchas veces impide percibir de manera verdadera el problema puntual. Cómo olvidar o ignorar los saberes aprendidos. Qué herramientas usar para correr el follaje o abrirse camino entre la espesura. Cómo olvidarse del yo subjetivo y entregarse de lleno al presente de la percepción. Como decía Carlos Williams, un árbol tiene que ser descripto en sus particularidades, todo lo que lo vuelve árbol y no otra cosa corresponde al mundo de las generalidades y no nos ayuda a comprender “ese” árbol. Podríamos empezar por dejar de decirle “árbol” y esbozar a simple vista un panorama detallado de lo que él es en realidad: ahora nada lo iguala al resto de los árboles.
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Sobre un fondo de barro y agua de mar, agregar huesos de liebre viva, el corazón de un caracol roto. La pluma de un pato de hule. La mitad de la cáscara de acacia que dejó ella en el parque aquella vez. Mezclar con una rama de ajenjo y agregar a gusto mensajes de texto.
Pero no será necesario el sapo que vino de la tormenta. Solo ver cómo se aleja / a intermitentes saltos.
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Defenderé a la poesía a como de lugar
defenderé a la poesía de todos modos
defenderé a la poesía a capa y espada
defenderé a la poesía sin ton ni son
del bien y del mal defenderé a la poesía
de la belleza y la fealdad a la poesía defenderé
de vos y de los otros defenderé a la poesía
defenderé a la poesía de la pobreza y la adversidad
la defenderé de mí a la poesía
la defenderé de mi cobardía y de mi debilidad
la defenderé de mis atropellos y mis descuidos
la defenderé de mi enfermedad mental
Defenderé a la poesía con capa y espada
defenderé a la poesía a como dé lugar
de cualquier modo defenderé a la poesía
Defenderé a la poesía como a una trinchera
Defenderé a la poesía aunque sea lo último que haga
Publicó siete libros de poesía y prosa poética. Profesor en Letras por la UNS. Gran parte de su obra permanece inédita.