CARTA SIN DESTINO IV

A Usted
Dejó aquellas hojas descuidadas, sin saber que yo las vería, la conciencia consumía los pocos sitios de mi imaginación entre usted y los pormenores ¿o serán por mayores? señalando lo cruel de la libertad, y ahí, en ese pasaje de quietud que dejé de escribirle, tan intencionadamente, buscando en sus días un pesar, con el anhelo de leerme.
Menciona insistente la libertad, sí, es cruel, de aun tenerla se comporta apresada a los compases del ventilador encendido. Es gracioso ¿no le parece?
La cotidianeidad de los días de esta humedad quejumbrosa, dejando el moho libertino enfrascado, lívidos de estaciones indefinidas.
Dejo prensar emociones en la superficie, y en esa libertad que sabrá actuar ocasionada por los deseos, es ésa la libertad de la que se hablan los sueños, la del prejuicio unido a los rescates de los cuerdos y no cuerdos.
Si en el universo existe el libre albedrío, allí lo encuentro.
Sepa siempre, que cada parte de una leve caricia es la libertad mía, cruel o no, recorre la libertad suya, y que tan justa es, que se la regalo al viento o al día o a la noche.
Hoy, le pinto con libertad nuestros cuerdos ruegos de locos, saben dibujarnos solos, en cada clima desobediente, en el trinar de nuestros universos.
Y queda sólo un grito, y es lucha permanente.

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