Dió de lleno, sobre el vidrio ardido, con esa somnolencia que lo desmoronaba, sobre el sillón.

Era el sape de otro pozo, pero resistía, sobreponiéndose a las interrupciones constantes, del movimiento del hotel, atropellando su quietud y descanso.

Pasé, buscando una charla interesante, dormías.

Dejar de ser pez y aquí pescado. Rápidamente, alerté, que no es tu sitio.

Abriste los ojos, tu mirada humectada de brillo, desconcertada, obnubilada de sol en verano Chaqueño.

– hola

-¿Cansado?

-No.

Tu rostro mentía, sosteniendo una amabilidad de buenos valores.

-Te dejo descansar.

-No me molestas.

-¿porqué trabajas aquí, denotás mucho saber e intelecto?

Diste respuestas eludiendo causas, pero ése suspiro de arrastrar carros, me dijo más.

Lo dejé pasar sintiendo que dolía, ya cómodo en el sistema que no brinda oportunidades.

-Ya me preparo unos mates.

Te moviste en ese ínfimo cubículo, activando el compañero.

Te despedí, subí a darme una ducha, dejé correr el agua en mi, pensando…

Todas las capacidades que sólo custodían pozos.