Amado campo mío:
tolera un rato mi vana prédica,
el servicio, confío
llevará esta carpeta a tu mesa,
si no se desintegra el fofo Estado
como mi cuerpo hambreado.
Pésame con el oro,
ya que se muestra ausente tu empatía
de frecuentes robos,
chasquidos de la espada mi osadía;
y ya que no te llega la violencia,
óyeme sobrio, pues hablo de tregua.
Si del trabajo gozas,
siembra en él cosechas venturosas,
sin que huestes urbanas
sin suerte te detengan indignadas;
que aún así, si ciego no te vuelves,
verás mis tantas obras que sostienes.
Si al tractor gasolero
hueles raudo surcar montes y prados,
pujante y sin un freno
ahogando bosques con el combinado,
en su engranaje mi labor te indica
que gracias a mí plantas tu semilla.
Si derrama ponzoña
en hierbas marchitas entre brotes verdes
la máquina aspersora,
que ellos y ellas mi poder te recuerden:
eres dueño por la ley de la fuerza
y no un sin tierra alojado en reservas.
Si el cartel mayorista,
si la banca que usura la moneda,
al tiempo te lo quitan,
a ambos nos limitan con suma molestia,
sea su mediación o sus abusos,
la dependencia se vuelve usufructo.
Si al peón ves compungido
que viaja por la ruta sin asfalto
huyendo del destino
para sostén del negocio mal hadado,
y ocupa, de la ciudad, una pieza,
no es mi designio, en su falta me implica.
Si la lluvia te inunda,
volviendo soja pasto para peces
y a la ladera espuma,
comes y vistes remedos que padeces,
como yo cuando me alcanza su agua,
senda compartida a la funeraria.
Si vas al hogar cálido,
tu propósito es igual al mío;
y si, con envidia y asco,
comparas los días y desafíos,
la diferencia entre mucho y poco
no cambia que sean los mismos enojos.
Así que, campo amado,
harás lo que quieras sin queja rancia,
aunque no pierdas celo,
pues yo soy una entre tantas villanas,
y si a lo arbitrario me ajusto,
habrá quien comparta penas con gusto.
Mas ¿cuándo formarán
la mesa tus tablas y mis cuchillos?
¿Cuándo tendremos paz
y pondremos dulce en nuestro hornillo?
¿Cuándo serviremos para el deleite
en vez de quitárnoslo mutuamente?
¿Cuándo el tren como puente
de tu andén al mío hará pista
atestada de gente
que viene y que va colmada de risa,
de cosas, de recuerdos, de mil sueños
despiertos gracias a nuestro paseo?
¿Cuándo nuestra ganancia
se invertirá en tantos proyectos útiles?
¿Y cuándo esa ventaja
se usará para que no nos abusen
parásitos que buscan nuestro llanto?
¡Nuestra vida puede mejorarse tanto!
¿Cuándo, de lo terrible,
aprenderemos para que no ocurra,
y así los bienes libres
nos hagan olvidar esta locura?
Que poco bastaría para un cambio
que nos enamore y nos dé sentido.
Entiéndeme entonces,
que colapsa este mundo tan ajado
y nada queda al joven,
ya sea que viva aquí o a tu lado:
construyamos la alianza con cariño,
y al fin nos libraremos de estos líos.