Yo si tuve amigos, dos buenos hermanos y una infancia feliz. Pero la adolescencia me destruyó, no supe manejar tanta libertad. Mis papás siempre fueron liberales en cuánto a lo estético y demás, nos educaron bastante bien y todo. Pero ser el hijo del medio me alejó un poco de ellos y de mis hermanos, cada año un poco más. Siempre fuí de leer mucho y un cinéfilo desde que tengo memoria, eso me hizo «el raro» en cualquier grupo al que me integré. A los 12 me sumergí, solo, en el mundo de la noche, la joda y los excesos. En el momento que pasé esa puerta, mi mente hizo un clic. Caí, me di cuenta que la vida es una película, tu película, la de cada uno. Entonces, empezó todo lo que ahora me tiene podrido por dentro. Empecé a actuar, era lo que yo quería, quién me sirviera en ese momento, el nombre que me quedara mejor. Miles de nombres, cientos de personalidades, inventé vidas enteras para ocultar mi verdadero yo del tóxico mundo que me rodeaba. Me ocupé tanto de pulir cada personaje que olvidé alimentar a Pato, a mí, olvidé que también existía un yo. Ahora estoy en plan de conocerme, de borrar esos personajes y dejar florecer lo que vive en mi interior. Espero llegar a lograrlo, estoy muy enterrado en el fondo de este baúl de máscaras. Necesito respirar, ver la luz y por fin ser yo. Esto es una confesión a todas las personas que creyeron conocerme, una disculpa a todas las que llegaron a encariñarse con alguno de los tantos rostros que inventé. Perdón por estar así de roto, no fue mi intención lastimar a nadie, solo quería cuidarme a mí mismo del mundo, de la gente, del amor, del odio, de lo real, y se me fue de las manos. Estoy tratando de ser yo, de cambiar todo el mal que hice y reparar todo lo que rompí. Así me lleve toda la vida, quiero llegar a conocerme, quiero ser yo.