5 Poesías en una estación de tren

Andén catorce

Una vía

atraviesa pastizales,

pueblos desconocidos.

Viajan estudiantes, maestros

(en alpargatas, zapatillas, zapatos),

piernas de viajeros que tejen carpas,

mamaderas de bebés impacientes.

Andén catorce, casa nostálgica,

orquesta de panzas,

harina y azúcar en los bolsos,

kilos de ficción y crucigrama,

la sonrisa de los que suben,

la desazón de los que quedan,

silbato, una aguja que avanza

para dar doce vueltas.

Libres

Llega el tren y te ayudo con los bolsos:

quiero que me recuerdes por algo.

Me quedo en el andén,

nos saludamos como novios,

para no vernos nunca más.

Primavera

Un árbol gigante entre las vías,

espléndida peluca amarilla tapa el cielo,

la primavera irrumpe en los pulmones,

las calandrias encuentran hogar.

Viajeros caminan sin prisa,

las partículas de oro caen infantilmente

sobre sus cabezas, remeras.

Llega septiembre y todos quieren

su sombra.

En la espera

Huelo tu perfume excepcional de verano,

colonia mezclada con sudor,

te abrazaría horas.

Volver

Tendría que ir a los trenes efímeros

pero me quedo acá,

atento a las íntimas rondas

de hombres de entrecasa sudados,

mujeres ojerosas mascan chicles,

y los guardas vuelven a casa

a cuestas de un viento sureño

que viste los campos de hielo.

Inmóvil

A medida que la escalera avanza

los pasajeros corren,

muerden los relojes.

Vos inmóvil, colorida,

esos dientes enormes a dos segundos,

tu pelo larguísimo ata mis codos.

Me escapo para respirar

pero tus ojos son pinzas.

Rendido, me acomodo en tus pechos.

El silbato suena.

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