Primero fue el ruido
Llegaba traído por el aire
la brisa decía
que había algo salado
entre cada abrazo
entre cada vaivén.
Luego fue el horizonte:
Trazó una oscuridad sutil
y definió sus límites con el cielo
y definió que no había finales
hacia cada lateral.
Decidió que la espuma
era una alfombra
que desaparecía cada vez
en la arena
que se acercaba y se despedía
se retiraba
y volvía a avanzar.
Soñó que la arena no raspaba
que no venía
de las durezas prehistóricas.
Y soñó
que podía abrir los ojos
sin llorar.