Cada tanto me deseo el mal,
un mal menor a algo angustiante
que no deje de ser drama suficiente
para preocupar a quien corresponda.
Entonces me imagino, me sueño
con la presión baja o un dolor
de muelas, de cuello, de espalda, mejor
con diarrea, con acidez, vomitando
sobre el cubículo, en la oficina,
derramando una gran cascada
de bilis que deje a la gente pasmada,
tanto tanto que el retiro anticipado
se pida, llegue y se firme solo.
Cada día más cursi.