Todas tus perversiones

las colecciono como si fueran

muñecos de porcelana.

Me quedo con todas tus indiferencias

creyendo que algún día podré

intercambiarlas por un acto de amor.

Me guardo todos los silencios,

los vacíos que quedan

entre un beso y otro

creyendo que esas son

esperanzas de algo que vendra

pronto, una sorpresa, una luz

frente a tantas penumbras.

Todavía estoy con la abstinencia

de los casuales encuentros sexuales,

de los recurrentes orgasmos,

de los interminables gemidos

y no estoy tan mal como creía

que iba a estar.

Quiero incendiar mi colección

de angustias que me producen

mis obsesiones.

Quiero incendiar tu cama

y todo lo que me remite a nosotros,

quiero incendiar mi rabia y

mi ira contenida,

quiero destruir cada calle,

cada rincón y cada asfalto

de este inframundo.

 No me invoques más,

no soy tu fantasma,

ni tu demonio personal.