La fiebre de siempre,
la voz que no sale,
mis intenciones frustradas.
Extrañas casualidades
que no dicen nada.
La inutilidad de los sentimientos,
los clichés de enamorarse.
La angustia estancada
en los ojos.
Vos estas en Alaska
y yo estoy en China.
Ya no sé cómo parar
de imaginar,
de pensar,
de suplicarte con la mente
que me prestes tus hombros
para apoyar mis piernas,
que por favor,
me prestes tu lengua
para apoyar mi vientre.