Esta caja de Poxilina sirvió para reparar el tazón rojo que me regalaste cuando se le rompió la manija. Usé fibrón rojo para pintarle la parte recauchutada y quedó bastante bien. Esta caja de Poxilina también sirvió para arreglar el botón de la mochila del baño que más que botón es una especie de palanca. El mecanismo ya estaba irreconocible de tantos retoques cuando llegamos al departamento. Compré el repuesto y resultó que no había forma de ponerlo porque el dueño o algún inquilino anterior habían alterado tanto el mecanismo que era imposible. Entonces lo corté y lo pegué con Poxilina. Después se desprendió y lo tuve que volver a fijar. Y después vino el hijo de tu amiga y esa vez que fue al baño se quedó como una hora y cuando le preguntaste si le pasaba algo dijo que nada. Y después de que se fue, nos dimos cuenta de que había vuelto a romper, sin querer, el mecanismo de la mochila, y esta caja de Poxilina sirvió para repararlo otra vez.
Esta caja de Poxilina sirvió para tapar las goteras del techo de chapas de fibra de vidrio del patio grande y hermoso que tenemos ahora. Bueno, que tenemos de prestado, que alquilamos. Hubo que tapar una vez, y otra, y otra, porque cada lluvia revela los puntos que no llegué a determinar en la lluvia anterior. Si lo llevamos a su conclusión lógica, es un proceso que no se termina nunca: siempre voy a estar tapando goteras, aunque probablemente esta caja de Poxilina se acabe en algún momento. También pienso que la lógica no funciona así, que si las goteras fueran infinitas no habría techo, como en ese cuento de Sturgeon en el que un científico ingenioso fabrica un material indestructible llamado Nada, perforando un objeto sólido tantas veces que al final sólo quedan los agujeros.
Esta caja de Poxilina sirvió para tapar la pérdida de la canilla del living, que en realidad es un garaje. Hay dos en el departamento, uno a cada lado de la entrada, cada uno con su canilla. Para nosotros son el living y el galpón.
Los japoneses tienen una práctica que se llama kintsugi y que consiste en reparar lo quebrado (platos, vasos, vasijas) volviendo a unir los pedazos con un pegamento mezclado con oro. Las piezas reparadas de esta manera no ocultan sus grietas y rajaduras, sino que las exhiben, se diría, con orgullo: se vuelven más bellas por haberse roto. Esta práctica responde a una filosofía que valora las marcas del uso y el desgaste en los objetos y más ampliamente, la aceptación del destino y los cambios, tanto positivos como negativos. En Occidente el kintsugi fue adoptado por los gurúes del wellness como una metáfora de la necesidad de aceptar las propias heridas y de la belleza que surge de su exhibición. Lo que tenés de imperfecto, de lastimado, de roto, es lo que te hace más valioso, repiten.
Yo no sé si me convence la idea. A falta de kintsugi, que significa reparar con oro, nosotros tenemos algo más modesto, que se podría llamar nendotsugi, reparar con masilla o, en realidad, con arcilla, que es la palabra que tienen los japoneses. Esta caja de Poxilina es nuestro nendo. No necesitamos oro: nos tenemos el uno al otro, y un patio grande.