El último tren

Hierve murmurando en voz baja

mientras espera en el andén

Escucha con soberbia piadosa

los pies arrastrados que débilmente se acercan

Son sombras de persona

almas inconvenientes que oscurecen la noche

por los dolores del día

.

Mudas, de mirada extraviada

Solas, como una excepción

.

Son hondos suspiros

Una mochila sucia con la cremallera rota en la espalda

una bolsita ordinaria de plástico en la mano

o una valija negra deformada por su carga sobre el hombro

Escombros fastidiosos que todavía no se fueron

.

Un vigilante se pasea taqueando erguido

relojea el andén

y los observa puntillosamente

¿qué quiere encontrarles?

Ni la queja queda en ellos:

soñarán apenas

sacudidos en los cambios de vía

con los golpes de los durmientes rotos

.

El último tren sale a las doce menos diez

pero al otro día siempre vuelve a partir.

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