Después de mucho tiempo hoy volví a dormir con alguien. Al principio fue incómodo. Sentía un poco de miedo, de vulnerabilidad ante esa persona que se estiraba al lado mío. Ni lo conozco, pensé. A pesar de esta extraña sensación, el sueño empezó a forzarme y mis párpados cedieron. De a poco y contra mi voluntad se cerraron hasta quedarme profundamente dormido. Me desperté con un movimiento brusco. Me asusté y me dio vergüenza ¿Habré roncado? ¿Se me habrá caído la baba? No lo sé, pero el miedo se disipó un poco al ver a mi compañero. Dormía profundamente. Se lo oía roncar levemente y se lo veía cómodo. Me dio la seguridad que necesitaba. Esta vez el sueño presionó pero fui yo quien decidió tapar mis pupilas. Dormí por una hora. Fue una linda siesta, extraña, pero linda. Desperté exactamente cuando él se levantó. Ni siquiera se despidió. Pasó frente a mi sin mencionar palabra alguna. Presionó el botón y bajó del colectivo en gascón y corrientes.