Yo sé la verdad
¿Te conté que lloro cuando escucho Maravillosa esta noche de JAF?
Porque cuando vamos a la fiesta – no vamos a ninguna fiesta – nadie se gira para ver. Es que las canciones que hablan sobre la belleza, sobre iluminar la habitación o sobre lo especial que puede ser una sonrisa no hablan de mí. Quizás los poemas de amor hablen de mí. Quizás los poemas sobre la tristeza me hablen a mí. Estas canciones, no. Y de estas hay cientos, hay miles, hay millones. Pero yo lloro con la de JAF. No lloro con Eric Clapton, aunque me conmueva. No sé. Hay algo que pasa con el tono de voz cuando él dice “esta hermosa dama que camina junto a mí”. Es ridículo, por eso no te conté. ¿Quién llora con un tema de JAF?
Es que, compañero, de esto hablan todos los poemas que alguna vez escribí. Se trata de no reconocerme en las palabras que soñaba escuchar desde chiquita. No miraba muchas películas, pero escuchaba muchas baladas. Pero no soy la más hermosa de la fiesta, ni del tren, ni de la escuela. No soy extraordinaria.
También se trata de no reconocerme en las palabras dulces que sí escucho. Se tornan relativas, pierden espesura y consistencia. No hay volumen en el halago, porque yo sé la verdad. Yo sé la verdad.
Cuando tenía cuatro años descubrí que no cantaba bien. Jugaba a dar un concierto en el patio de mi abuela y de pronto la certeza entró en mí: yo no sé cantar, no me sale bien. Fue como si mis oídos se abrieran de verdad por primera vez. Ahí estuve segura que la verdad más desagradable sobre mí apenas puede ser intuida por otros, pero me pertenece. Yo sé la verdad. Me escuché cantar más veces que nadie. Yo sé la verdad. Me miré al espejo con la misma insistencia: esperando encontrar algo de eso que todas las canciones prometen. Nadie me ha mirado tantas veces como yo me miré al espejo.
Mientras más me miro, menos entiendo la forma de mi cara. ¿Por qué me miro tanto? No sé todavía qué espero que me devuelva el espejo, no me queda claro qué es lo que le estoy dando. ¿Qué creo que me debe el espejo? Pero no entiendo la forma de mis ojos, no termino de comprender cómo mi boca decidió formarse al revés. Una vez escuché a una chica decir que estaba horas al espejo observando todo lo que quisiera cambiar. No funciona así en mí. No lo entiendo, no me gusta, pero me quedo en eso que está mal, que está dañado, que vino roto. Y me convenzo de que ahí, justo ahí, debería encontrar algo que me redima. Pero no aparece. Bancarme ese defecto, eso deseaba.
Quisiera ser menos obvia. Me gustaría que esta tristeza sea más novedosa, que sea menos evidente cuando me ven. Quisiera que lo que me quiebra sea más misterioso. No logro que la tristeza que me constituye sea algo más sofisticada. Por eso no te conté que me hace llorar no reconocerme maravillosa esta noche.
Licenciada en Letras. Poeta a veces.
