Fuiste, estuviste

Fuiste.

Lo sé porque te siento

en un hueco frío,

recóndito

de mi cuerpo.

Tu inicial cosquillea mi oído

como en un siseo

y estuviste.

Lo sé porque dejaste flores

arrancadas en noviembre.

‎ ‎ 

Fuiste.

Lo sé pero te desordeno.

Estás pendiendo de hilachas

que se mecen,

débiles y tristes

en la brisa

predecesora a la tramontana

y estuviste.

Lo sé pero no lo asimilo.

‎ 

Fuiste.

Lo sé porque aún en la amnesia

recorro ritual,

silenciosamente

este cortejo fúnebre.

Y cuando deliro

alumbro desesperada tu puerta

casi sin atreverme a hacer ruido,

casi sin atreverme a respirar.

Mis dedos envuelven la perilla…

‎ 

—Ah,

la llave.

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