Palabras brotan y crean
patrones y sonidos,
forman ondas que danzan
hasta desvanecerse
en la lejanía,
volviéndose inaudibles.
¿Acaso estaremos hechos
de miles palabras
que sentimos reales
en alguna época,
o lo que decimos
se deshará en el viento?
Podemos usar palabras
que se sientan como besar,
un roce o una caricia
de sonidos sedosos
seduciendo la piel
de nuestras ilusiones.
¿O acaso servirán sólo
como el roce áspero
de una lija sin uso
recordándonos por qué
muy en el fondo
nunca valemos nada?
¿Qué sentido tiene hablar,
decir y decir lo mismo,
frotar hasta que sangren
las heridas más profundas,
exponiendo al mundo
que aún no se han curado?
Se necesita limar mucho
para atravesar la piel
y el músculo y el hueso
hasta encontrar la nada,
el vacío total
de haber destruido al otro.